jueves, 21 de octubre de 2010

SABIAN QUE….

EL REMEDO DE DOCENTE JAVIER JHANZ LAZARTE NUÑEZ alias CEVICHE, DESPUES QUE LO BOTARON COMO UN PERRO DEL INSTITUTO HONORIO DELGADO POR IDIOTA Y COIMERO… ESTUVO ENSEÑANDO EN EL CEPRUNSA DE DOMINIO EN AQUEL ENTONCES DE NUESTRO AMIGO HENRY VIOLANCO?
Y QUE ENSEÑABA?
UDS. DIRAN  QUE SEGURAMENTE: QUIMICA, FISICA ó METODOS NUMERICOS…
PUES NO, ESTA ALIMAÑA ENSEÑABA CURSITOS DE LA TALLA DE LENGUAJE Y LITERATURA
…TODOS ESTAMOS LOCOS… UN CATEDRATICO SUPUESTAMENTE ESPECIALISTA EN METALURGIA EXTRACTIVA… ENSEÑANDO A LEER Y ESCRIBIR?
O SERA QUE TAMBIEN ESTABA APRENDIENDO?
LO MAS SEGURO ES QUE NO DABA PARA MAS….

60 comentarios:

  1. SALMO 49
    (48)
    Vanidad de las riquezas
    1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.

    2 ¡Oíd esto, pueblos todos,
    escuchad, habitantes del mundo,
    3 lo mismo plebeyos que notables,
    ricos y pobres a la vez!
    4 Mi boca va a hablar sabiduría,
    mi corazón meditará cordura;
    5 prestaré oído al proverbio,
    expondré mi enigma con la cítara.
    6 ¿Por qué he de temer los malos tiempos,
    cuando me cercan maliciosos los que me hostigan,
    7 los que ponen su confianza en su fortuna
    y se glorían de su enorme riqueza?
    8 No puede un hombre redimirse
    ni pagar a Dios por su rescate,
    9 (es muy caro el precio de su vida,
    y nunca tendrá suficiente)
    10 para vivir eternamente
    sin tener que ver la fosa.
    11 Puede ver, sin duda, morir a los sabios,
    lo mismo que perecen necios y estúpidos,
    y acabar dejando a otros sus riquezas.
    12 Sus tumbas son sus casas eternas,
    sus moradas de edad en edad,
    ¡y habían dado su nombre a países!
    13 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.
    14 Así andan ellos, seguros de sí mismos,
    y llegan al final, contentos de su suerte. Pausa.
    15 Como ovejas son llevados al Seol,
    los pastorea la Muerte,
    van derechos a la tumba.
    Su imagen se desvanece,
    el Seol es su mansión.
    16 Pero Dios rescatará mi vida,
    me cobrará de las garras del Seol. Pausa.
    17 No temas si alguien se enriquece,
    cuando crece el boato de su casa.
    18 Que, al morir, nada ha de llevarse,
    no bajará su boato con él.
    19 Aunque en vida se daba parabienes
    (¡te alaban cuando todo te va bien!),
    20 irá a unirse a sus antepasados,
    que no volverán a ver la luz.
    21 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.

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  2. SALMO 49
    (48)
    Vanidad de las riquezas
    1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.

    2 ¡Oíd esto, pueblos todos,
    escuchad, habitantes del mundo,
    3 lo mismo plebeyos que notables,
    ricos y pobres a la vez!
    4 Mi boca va a hablar sabiduría,
    mi corazón meditará cordura;
    5 prestaré oído al proverbio,
    expondré mi enigma con la cítara.
    6 ¿Por qué he de temer los malos tiempos,
    cuando me cercan maliciosos los que me hostigan,
    7 los que ponen su confianza en su fortuna
    y se glorían de su enorme riqueza?
    8 No puede un hombre redimirse
    ni pagar a Dios por su rescate,
    9 (es muy caro el precio de su vida,
    y nunca tendrá suficiente)
    10 para vivir eternamente
    sin tener que ver la fosa.
    11 Puede ver, sin duda, morir a los sabios,
    lo mismo que perecen necios y estúpidos,
    y acabar dejando a otros sus riquezas.
    12 Sus tumbas son sus casas eternas,
    sus moradas de edad en edad,
    ¡y habían dado su nombre a países!
    13 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.
    14 Así andan ellos, seguros de sí mismos,
    y llegan al final, contentos de su suerte. Pausa.
    15 Como ovejas son llevados al Seol,
    los pastorea la Muerte,
    van derechos a la tumba.
    Su imagen se desvanece,
    el Seol es su mansión.
    16 Pero Dios rescatará mi vida,
    me cobrará de las garras del Seol. Pausa.
    17 No temas si alguien se enriquece,
    cuando crece el boato de su casa.
    18 Que, al morir, nada ha de llevarse,
    no bajará su boato con él.
    19 Aunque en vida se daba parabienes
    (¡te alaban cuando todo te va bien!),
    20 irá a unirse a sus antepasados,
    que no volverán a ver la luz.
    21 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.

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  3. SALMO 49
    (48)
    Vanidad de las riquezas
    1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.

    2 ¡Oíd esto, pueblos todos,
    escuchad, habitantes del mundo,
    3 lo mismo plebeyos que notables,
    ricos y pobres a la vez!
    4 Mi boca va a hablar sabiduría,
    mi corazón meditará cordura;
    5 prestaré oído al proverbio,
    expondré mi enigma con la cítara.
    6 ¿Por qué he de temer los malos tiempos,
    cuando me cercan maliciosos los que me hostigan,
    7 los que ponen su confianza en su fortuna
    y se glorían de su enorme riqueza?
    8 No puede un hombre redimirse
    ni pagar a Dios por su rescate,
    9 (es muy caro el precio de su vida,
    y nunca tendrá suficiente)
    10 para vivir eternamente
    sin tener que ver la fosa.
    11 Puede ver, sin duda, morir a los sabios,
    lo mismo que perecen necios y estúpidos,
    y acabar dejando a otros sus riquezas.
    12 Sus tumbas son sus casas eternas,
    sus moradas de edad en edad,
    ¡y habían dado su nombre a países!
    13 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.
    14 Así andan ellos, seguros de sí mismos,
    y llegan al final, contentos de su suerte. Pausa.
    15 Como ovejas son llevados al Seol,
    los pastorea la Muerte,
    van derechos a la tumba.
    Su imagen se desvanece,
    el Seol es su mansión.
    16 Pero Dios rescatará mi vida,
    me cobrará de las garras del Seol. Pausa.
    17 No temas si alguien se enriquece,
    cuando crece el boato de su casa.
    18 Que, al morir, nada ha de llevarse,
    no bajará su boato con él.
    19 Aunque en vida se daba parabienes
    (¡te alaban cuando todo te va bien!),
    20 irá a unirse a sus antepasados,
    que no volverán a ver la luz.
    21 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.

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  4. SALMO 49
    (48)
    Vanidad de las riquezas
    1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.

    2 ¡Oíd esto, pueblos todos,
    escuchad, habitantes del mundo,
    3 lo mismo plebeyos que notables,
    ricos y pobres a la vez!
    4 Mi boca va a hablar sabiduría,
    mi corazón meditará cordura;
    5 prestaré oído al proverbio,
    expondré mi enigma con la cítara.
    6 ¿Por qué he de temer los malos tiempos,
    cuando me cercan maliciosos los que me hostigan,
    7 los que ponen su confianza en su fortuna
    y se glorían de su enorme riqueza?
    8 No puede un hombre redimirse
    ni pagar a Dios por su rescate,
    9 (es muy caro el precio de su vida,
    y nunca tendrá suficiente)
    10 para vivir eternamente
    sin tener que ver la fosa.
    11 Puede ver, sin duda, morir a los sabios,
    lo mismo que perecen necios y estúpidos,
    y acabar dejando a otros sus riquezas.
    12 Sus tumbas son sus casas eternas,
    sus moradas de edad en edad,
    ¡y habían dado su nombre a países!
    13 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.
    14 Así andan ellos, seguros de sí mismos,
    y llegan al final, contentos de su suerte. Pausa.
    15 Como ovejas son llevados al Seol,
    los pastorea la Muerte,
    van derechos a la tumba.
    Su imagen se desvanece,
    el Seol es su mansión.
    16 Pero Dios rescatará mi vida,
    me cobrará de las garras del Seol. Pausa.
    17 No temas si alguien se enriquece,
    cuando crece el boato de su casa.
    18 Que, al morir, nada ha de llevarse,
    no bajará su boato con él.
    19 Aunque en vida se daba parabienes
    (¡te alaban cuando todo te va bien!),
    20 irá a unirse a sus antepasados,
    que no volverán a ver la luz.
    21 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.

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  5. SALMO 49
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    Vanidad de las riquezas
    1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.

    2 ¡Oíd esto, pueblos todos,
    escuchad, habitantes del mundo,
    3 lo mismo plebeyos que notables,
    ricos y pobres a la vez!
    4 Mi boca va a hablar sabiduría,
    mi corazón meditará cordura;
    5 prestaré oído al proverbio,
    expondré mi enigma con la cítara.
    6 ¿Por qué he de temer los malos tiempos,
    cuando me cercan maliciosos los que me hostigan,
    7 los que ponen su confianza en su fortuna
    y se glorían de su enorme riqueza?
    8 No puede un hombre redimirse
    ni pagar a Dios por su rescate,
    9 (es muy caro el precio de su vida,
    y nunca tendrá suficiente)
    10 para vivir eternamente
    sin tener que ver la fosa.
    11 Puede ver, sin duda, morir a los sabios,
    lo mismo que perecen necios y estúpidos,
    y acabar dejando a otros sus riquezas.
    12 Sus tumbas son sus casas eternas,
    sus moradas de edad en edad,
    ¡y habían dado su nombre a países!
    13 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.
    14 Así andan ellos, seguros de sí mismos,
    y llegan al final, contentos de su suerte. Pausa.
    15 Como ovejas son llevados al Seol,
    los pastorea la Muerte,
    van derechos a la tumba.
    Su imagen se desvanece,
    el Seol es su mansión.
    16 Pero Dios rescatará mi vida,
    me cobrará de las garras del Seol. Pausa.
    17 No temas si alguien se enriquece,
    cuando crece el boato de su casa.
    18 Que, al morir, nada ha de llevarse,
    no bajará su boato con él.
    19 Aunque en vida se daba parabienes
    (¡te alaban cuando todo te va bien!),
    20 irá a unirse a sus antepasados,
    que no volverán a ver la luz.
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    a las bestias mudas se parece.

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  6. SALMO 49
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    Vanidad de las riquezas
    1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.

    2 ¡Oíd esto, pueblos todos,
    escuchad, habitantes del mundo,
    3 lo mismo plebeyos que notables,
    ricos y pobres a la vez!
    4 Mi boca va a hablar sabiduría,
    mi corazón meditará cordura;
    5 prestaré oído al proverbio,
    expondré mi enigma con la cítara.
    6 ¿Por qué he de temer los malos tiempos,
    cuando me cercan maliciosos los que me hostigan,
    7 los que ponen su confianza en su fortuna
    y se glorían de su enorme riqueza?
    8 No puede un hombre redimirse
    ni pagar a Dios por su rescate,
    9 (es muy caro el precio de su vida,
    y nunca tendrá suficiente)
    10 para vivir eternamente
    sin tener que ver la fosa.
    11 Puede ver, sin duda, morir a los sabios,
    lo mismo que perecen necios y estúpidos,
    y acabar dejando a otros sus riquezas.
    12 Sus tumbas son sus casas eternas,
    sus moradas de edad en edad,
    ¡y habían dado su nombre a países!
    13 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.
    14 Así andan ellos, seguros de sí mismos,
    y llegan al final, contentos de su suerte. Pausa.
    15 Como ovejas son llevados al Seol,
    los pastorea la Muerte,
    van derechos a la tumba.
    Su imagen se desvanece,
    el Seol es su mansión.
    16 Pero Dios rescatará mi vida,
    me cobrará de las garras del Seol. Pausa.
    17 No temas si alguien se enriquece,
    cuando crece el boato de su casa.
    18 Que, al morir, nada ha de llevarse,
    no bajará su boato con él.
    19 Aunque en vida se daba parabienes
    (¡te alaban cuando todo te va bien!),
    20 irá a unirse a sus antepasados,
    que no volverán a ver la luz.
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    a las bestias mudas se parece.

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  7. SALMO 49
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    Vanidad de las riquezas
    1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.

    2 ¡Oíd esto, pueblos todos,
    escuchad, habitantes del mundo,
    3 lo mismo plebeyos que notables,
    ricos y pobres a la vez!
    4 Mi boca va a hablar sabiduría,
    mi corazón meditará cordura;
    5 prestaré oído al proverbio,
    expondré mi enigma con la cítara.
    6 ¿Por qué he de temer los malos tiempos,
    cuando me cercan maliciosos los que me hostigan,
    7 los que ponen su confianza en su fortuna
    y se glorían de su enorme riqueza?
    8 No puede un hombre redimirse
    ni pagar a Dios por su rescate,
    9 (es muy caro el precio de su vida,
    y nunca tendrá suficiente)
    10 para vivir eternamente
    sin tener que ver la fosa.
    11 Puede ver, sin duda, morir a los sabios,
    lo mismo que perecen necios y estúpidos,
    y acabar dejando a otros sus riquezas.
    12 Sus tumbas son sus casas eternas,
    sus moradas de edad en edad,
    ¡y habían dado su nombre a países!
    13 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.
    14 Así andan ellos, seguros de sí mismos,
    y llegan al final, contentos de su suerte. Pausa.
    15 Como ovejas son llevados al Seol,
    los pastorea la Muerte,
    van derechos a la tumba.
    Su imagen se desvanece,
    el Seol es su mansión.
    16 Pero Dios rescatará mi vida,
    me cobrará de las garras del Seol. Pausa.
    17 No temas si alguien se enriquece,
    cuando crece el boato de su casa.
    18 Que, al morir, nada ha de llevarse,
    no bajará su boato con él.
    19 Aunque en vida se daba parabienes
    (¡te alaban cuando todo te va bien!),
    20 irá a unirse a sus antepasados,
    que no volverán a ver la luz.
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    a las bestias mudas se parece.

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  8. SALMO 49
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    Vanidad de las riquezas
    1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.

    2 ¡Oíd esto, pueblos todos,
    escuchad, habitantes del mundo,
    3 lo mismo plebeyos que notables,
    ricos y pobres a la vez!
    4 Mi boca va a hablar sabiduría,
    mi corazón meditará cordura;
    5 prestaré oído al proverbio,
    expondré mi enigma con la cítara.
    6 ¿Por qué he de temer los malos tiempos,
    cuando me cercan maliciosos los que me hostigan,
    7 los que ponen su confianza en su fortuna
    y se glorían de su enorme riqueza?
    8 No puede un hombre redimirse
    ni pagar a Dios por su rescate,
    9 (es muy caro el precio de su vida,
    y nunca tendrá suficiente)
    10 para vivir eternamente
    sin tener que ver la fosa.
    11 Puede ver, sin duda, morir a los sabios,
    lo mismo que perecen necios y estúpidos,
    y acabar dejando a otros sus riquezas.
    12 Sus tumbas son sus casas eternas,
    sus moradas de edad en edad,
    ¡y habían dado su nombre a países!
    13 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.
    14 Así andan ellos, seguros de sí mismos,
    y llegan al final, contentos de su suerte. Pausa.
    15 Como ovejas son llevados al Seol,
    los pastorea la Muerte,
    van derechos a la tumba.
    Su imagen se desvanece,
    el Seol es su mansión.
    16 Pero Dios rescatará mi vida,
    me cobrará de las garras del Seol. Pausa.
    17 No temas si alguien se enriquece,
    cuando crece el boato de su casa.
    18 Que, al morir, nada ha de llevarse,
    no bajará su boato con él.
    19 Aunque en vida se daba parabienes
    (¡te alaban cuando todo te va bien!),
    20 irá a unirse a sus antepasados,
    que no volverán a ver la luz.
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  9. SALMO 49
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    Vanidad de las riquezas
    1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.

    2 ¡Oíd esto, pueblos todos,
    escuchad, habitantes del mundo,
    3 lo mismo plebeyos que notables,
    ricos y pobres a la vez!
    4 Mi boca va a hablar sabiduría,
    mi corazón meditará cordura;
    5 prestaré oído al proverbio,
    expondré mi enigma con la cítara.
    6 ¿Por qué he de temer los malos tiempos,
    cuando me cercan maliciosos los que me hostigan,
    7 los que ponen su confianza en su fortuna
    y se glorían de su enorme riqueza?
    8 No puede un hombre redimirse
    ni pagar a Dios por su rescate,
    9 (es muy caro el precio de su vida,
    y nunca tendrá suficiente)
    10 para vivir eternamente
    sin tener que ver la fosa.
    11 Puede ver, sin duda, morir a los sabios,
    lo mismo que perecen necios y estúpidos,
    y acabar dejando a otros sus riquezas.
    12 Sus tumbas son sus casas eternas,
    sus moradas de edad en edad,
    ¡y habían dado su nombre a países!
    13 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.
    14 Así andan ellos, seguros de sí mismos,
    y llegan al final, contentos de su suerte. Pausa.
    15 Como ovejas son llevados al Seol,
    los pastorea la Muerte,
    van derechos a la tumba.
    Su imagen se desvanece,
    el Seol es su mansión.
    16 Pero Dios rescatará mi vida,
    me cobrará de las garras del Seol. Pausa.
    17 No temas si alguien se enriquece,
    cuando crece el boato de su casa.
    18 Que, al morir, nada ha de llevarse,
    no bajará su boato con él.
    19 Aunque en vida se daba parabienes
    (¡te alaban cuando todo te va bien!),
    20 irá a unirse a sus antepasados,
    que no volverán a ver la luz.
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  10. SALMO 49
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    1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.

    2 ¡Oíd esto, pueblos todos,
    escuchad, habitantes del mundo,
    3 lo mismo plebeyos que notables,
    ricos y pobres a la vez!
    4 Mi boca va a hablar sabiduría,
    mi corazón meditará cordura;
    5 prestaré oído al proverbio,
    expondré mi enigma con la cítara.
    6 ¿Por qué he de temer los malos tiempos,
    cuando me cercan maliciosos los que me hostigan,
    7 los que ponen su confianza en su fortuna
    y se glorían de su enorme riqueza?
    8 No puede un hombre redimirse
    ni pagar a Dios por su rescate,
    9 (es muy caro el precio de su vida,
    y nunca tendrá suficiente)
    10 para vivir eternamente
    sin tener que ver la fosa.
    11 Puede ver, sin duda, morir a los sabios,
    lo mismo que perecen necios y estúpidos,
    y acabar dejando a otros sus riquezas.
    12 Sus tumbas son sus casas eternas,
    sus moradas de edad en edad,
    ¡y habían dado su nombre a países!
    13 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.
    14 Así andan ellos, seguros de sí mismos,
    y llegan al final, contentos de su suerte. Pausa.
    15 Como ovejas son llevados al Seol,
    los pastorea la Muerte,
    van derechos a la tumba.
    Su imagen se desvanece,
    el Seol es su mansión.
    16 Pero Dios rescatará mi vida,
    me cobrará de las garras del Seol. Pausa.
    17 No temas si alguien se enriquece,
    cuando crece el boato de su casa.
    18 Que, al morir, nada ha de llevarse,
    no bajará su boato con él.
    19 Aunque en vida se daba parabienes
    (¡te alaban cuando todo te va bien!),
    20 irá a unirse a sus antepasados,
    que no volverán a ver la luz.
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  11. SALMO 49
    (48)
    Vanidad de las riquezas
    1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.

    2 ¡Oíd esto, pueblos todos,
    escuchad, habitantes del mundo,
    3 lo mismo plebeyos que notables,
    ricos y pobres a la vez!
    4 Mi boca va a hablar sabiduría,
    mi corazón meditará cordura;
    5 prestaré oído al proverbio,
    expondré mi enigma con la cítara.
    6 ¿Por qué he de temer los malos tiempos,
    cuando me cercan maliciosos los que me hostigan,
    7 los que ponen su confianza en su fortuna
    y se glorían de su enorme riqueza?
    8 No puede un hombre redimirse
    ni pagar a Dios por su rescate,
    9 (es muy caro el precio de su vida,
    y nunca tendrá suficiente)
    10 para vivir eternamente
    sin tener que ver la fosa.
    11 Puede ver, sin duda, morir a los sabios,
    lo mismo que perecen necios y estúpidos,
    y acabar dejando a otros sus riquezas.
    12 Sus tumbas son sus casas eternas,
    sus moradas de edad en edad,
    ¡y habían dado su nombre a países!
    13 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.
    14 Así andan ellos, seguros de sí mismos,
    y llegan al final, contentos de su suerte. Pausa.
    15 Como ovejas son llevados al Seol,
    los pastorea la Muerte,
    van derechos a la tumba.
    Su imagen se desvanece,
    el Seol es su mansión.
    16 Pero Dios rescatará mi vida,
    me cobrará de las garras del Seol. Pausa.
    17 No temas si alguien se enriquece,
    cuando crece el boato de su casa.
    18 Que, al morir, nada ha de llevarse,
    no bajará su boato con él.
    19 Aunque en vida se daba parabienes
    (¡te alaban cuando todo te va bien!),
    20 irá a unirse a sus antepasados,
    que no volverán a ver la luz.
    21 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.

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  12. SALMO 49
    (48)
    Vanidad de las riquezas
    1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.

    2 ¡Oíd esto, pueblos todos,
    escuchad, habitantes del mundo,
    3 lo mismo plebeyos que notables,
    ricos y pobres a la vez!
    4 Mi boca va a hablar sabiduría,
    mi corazón meditará cordura;
    5 prestaré oído al proverbio,
    expondré mi enigma con la cítara.
    6 ¿Por qué he de temer los malos tiempos,
    cuando me cercan maliciosos los que me hostigan,
    7 los que ponen su confianza en su fortuna
    y se glorían de su enorme riqueza?
    8 No puede un hombre redimirse
    ni pagar a Dios por su rescate,
    9 (es muy caro el precio de su vida,
    y nunca tendrá suficiente)
    10 para vivir eternamente
    sin tener que ver la fosa.
    11 Puede ver, sin duda, morir a los sabios,
    lo mismo que perecen necios y estúpidos,
    y acabar dejando a otros sus riquezas.
    12 Sus tumbas son sus casas eternas,
    sus moradas de edad en edad,
    ¡y habían dado su nombre a países!
    13 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.
    14 Así andan ellos, seguros de sí mismos,
    y llegan al final, contentos de su suerte. Pausa.
    15 Como ovejas son llevados al Seol,
    los pastorea la Muerte,
    van derechos a la tumba.
    Su imagen se desvanece,
    el Seol es su mansión.
    16 Pero Dios rescatará mi vida,
    me cobrará de las garras del Seol. Pausa.
    17 No temas si alguien se enriquece,
    cuando crece el boato de su casa.
    18 Que, al morir, nada ha de llevarse,
    no bajará su boato con él.
    19 Aunque en vida se daba parabienes
    (¡te alaban cuando todo te va bien!),
    20 irá a unirse a sus antepasados,
    que no volverán a ver la luz.
    21 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.

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  13. SALMO 49
    (48)
    Vanidad de las riquezas
    1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.

    2 ¡Oíd esto, pueblos todos,
    escuchad, habitantes del mundo,
    3 lo mismo plebeyos que notables,
    ricos y pobres a la vez!
    4 Mi boca va a hablar sabiduría,
    mi corazón meditará cordura;
    5 prestaré oído al proverbio,
    expondré mi enigma con la cítara.
    6 ¿Por qué he de temer los malos tiempos,
    cuando me cercan maliciosos los que me hostigan,
    7 los que ponen su confianza en su fortuna
    y se glorían de su enorme riqueza?
    8 No puede un hombre redimirse
    ni pagar a Dios por su rescate,
    9 (es muy caro el precio de su vida,
    y nunca tendrá suficiente)
    10 para vivir eternamente
    sin tener que ver la fosa.
    11 Puede ver, sin duda, morir a los sabios,
    lo mismo que perecen necios y estúpidos,
    y acabar dejando a otros sus riquezas.
    12 Sus tumbas son sus casas eternas,
    sus moradas de edad en edad,
    ¡y habían dado su nombre a países!
    13 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.
    14 Así andan ellos, seguros de sí mismos,
    y llegan al final, contentos de su suerte. Pausa.
    15 Como ovejas son llevados al Seol,
    los pastorea la Muerte,
    van derechos a la tumba.
    Su imagen se desvanece,
    el Seol es su mansión.
    16 Pero Dios rescatará mi vida,
    me cobrará de las garras del Seol. Pausa.
    17 No temas si alguien se enriquece,
    cuando crece el boato de su casa.
    18 Que, al morir, nada ha de llevarse,
    no bajará su boato con él.
    19 Aunque en vida se daba parabienes
    (¡te alaban cuando todo te va bien!),
    20 irá a unirse a sus antepasados,
    que no volverán a ver la luz.
    21 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.

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  14. SALMO 49
    (48)
    Vanidad de las riquezas
    1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.

    2 ¡Oíd esto, pueblos todos,
    escuchad, habitantes del mundo,
    3 lo mismo plebeyos que notables,
    ricos y pobres a la vez!
    4 Mi boca va a hablar sabiduría,
    mi corazón meditará cordura;
    5 prestaré oído al proverbio,
    expondré mi enigma con la cítara.
    6 ¿Por qué he de temer los malos tiempos,
    cuando me cercan maliciosos los que me hostigan,
    7 los que ponen su confianza en su fortuna
    y se glorían de su enorme riqueza?
    8 No puede un hombre redimirse
    ni pagar a Dios por su rescate,
    9 (es muy caro el precio de su vida,
    y nunca tendrá suficiente)
    10 para vivir eternamente
    sin tener que ver la fosa.
    11 Puede ver, sin duda, morir a los sabios,
    lo mismo que perecen necios y estúpidos,
    y acabar dejando a otros sus riquezas.
    12 Sus tumbas son sus casas eternas,
    sus moradas de edad en edad,
    ¡y habían dado su nombre a países!
    13 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.
    14 Así andan ellos, seguros de sí mismos,
    y llegan al final, contentos de su suerte. Pausa.
    15 Como ovejas son llevados al Seol,
    los pastorea la Muerte,
    van derechos a la tumba.
    Su imagen se desvanece,
    el Seol es su mansión.
    16 Pero Dios rescatará mi vida,
    me cobrará de las garras del Seol. Pausa.
    17 No temas si alguien se enriquece,
    cuando crece el boato de su casa.
    18 Que, al morir, nada ha de llevarse,
    no bajará su boato con él.
    19 Aunque en vida se daba parabienes
    (¡te alaban cuando todo te va bien!),
    20 irá a unirse a sus antepasados,
    que no volverán a ver la luz.
    21 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.

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  15. SALMO 49
    (48)
    Vanidad de las riquezas
    1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.

    2 ¡Oíd esto, pueblos todos,
    escuchad, habitantes del mundo,
    3 lo mismo plebeyos que notables,
    ricos y pobres a la vez!
    4 Mi boca va a hablar sabiduría,
    mi corazón meditará cordura;
    5 prestaré oído al proverbio,
    expondré mi enigma con la cítara.
    6 ¿Por qué he de temer los malos tiempos,
    cuando me cercan maliciosos los que me hostigan,
    7 los que ponen su confianza en su fortuna
    y se glorían de su enorme riqueza?
    8 No puede un hombre redimirse
    ni pagar a Dios por su rescate,
    9 (es muy caro el precio de su vida,
    y nunca tendrá suficiente)
    10 para vivir eternamente
    sin tener que ver la fosa.
    11 Puede ver, sin duda, morir a los sabios,
    lo mismo que perecen necios y estúpidos,
    y acabar dejando a otros sus riquezas.
    12 Sus tumbas son sus casas eternas,
    sus moradas de edad en edad,
    ¡y habían dado su nombre a países!
    13 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.
    14 Así andan ellos, seguros de sí mismos,
    y llegan al final, contentos de su suerte. Pausa.
    15 Como ovejas son llevados al Seol,
    los pastorea la Muerte,
    van derechos a la tumba.
    Su imagen se desvanece,
    el Seol es su mansión.
    16 Pero Dios rescatará mi vida,
    me cobrará de las garras del Seol. Pausa.
    17 No temas si alguien se enriquece,
    cuando crece el boato de su casa.
    18 Que, al morir, nada ha de llevarse,
    no bajará su boato con él.
    19 Aunque en vida se daba parabienes
    (¡te alaban cuando todo te va bien!),
    20 irá a unirse a sus antepasados,
    que no volverán a ver la luz.
    21 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.

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  16. SALMO 49
    (48)
    Vanidad de las riquezas
    1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.

    2 ¡Oíd esto, pueblos todos,
    escuchad, habitantes del mundo,
    3 lo mismo plebeyos que notables,
    ricos y pobres a la vez!
    4 Mi boca va a hablar sabiduría,
    mi corazón meditará cordura;
    5 prestaré oído al proverbio,
    expondré mi enigma con la cítara.
    6 ¿Por qué he de temer los malos tiempos,
    cuando me cercan maliciosos los que me hostigan,
    7 los que ponen su confianza en su fortuna
    y se glorían de su enorme riqueza?
    8 No puede un hombre redimirse
    ni pagar a Dios por su rescate,
    9 (es muy caro el precio de su vida,
    y nunca tendrá suficiente)
    10 para vivir eternamente
    sin tener que ver la fosa.
    11 Puede ver, sin duda, morir a los sabios,
    lo mismo que perecen necios y estúpidos,
    y acabar dejando a otros sus riquezas.
    12 Sus tumbas son sus casas eternas,
    sus moradas de edad en edad,
    ¡y habían dado su nombre a países!
    13 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.
    14 Así andan ellos, seguros de sí mismos,
    y llegan al final, contentos de su suerte. Pausa.
    15 Como ovejas son llevados al Seol,
    los pastorea la Muerte,
    van derechos a la tumba.
    Su imagen se desvanece,
    el Seol es su mansión.
    16 Pero Dios rescatará mi vida,
    me cobrará de las garras del Seol. Pausa.
    17 No temas si alguien se enriquece,
    cuando crece el boato de su casa.
    18 Que, al morir, nada ha de llevarse,
    no bajará su boato con él.
    19 Aunque en vida se daba parabienes
    (¡te alaban cuando todo te va bien!),
    20 irá a unirse a sus antepasados,
    que no volverán a ver la luz.
    21 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.

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  17. SALMO 49
    (48)
    Vanidad de las riquezas
    1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.

    2 ¡Oíd esto, pueblos todos,
    escuchad, habitantes del mundo,
    3 lo mismo plebeyos que notables,
    ricos y pobres a la vez!
    4 Mi boca va a hablar sabiduría,
    mi corazón meditará cordura;
    5 prestaré oído al proverbio,
    expondré mi enigma con la cítara.
    6 ¿Por qué he de temer los malos tiempos,
    cuando me cercan maliciosos los que me hostigan,
    7 los que ponen su confianza en su fortuna
    y se glorían de su enorme riqueza?
    8 No puede un hombre redimirse
    ni pagar a Dios por su rescate,
    9 (es muy caro el precio de su vida,
    y nunca tendrá suficiente)
    10 para vivir eternamente
    sin tener que ver la fosa.
    11 Puede ver, sin duda, morir a los sabios,
    lo mismo que perecen necios y estúpidos,
    y acabar dejando a otros sus riquezas.
    12 Sus tumbas son sus casas eternas,
    sus moradas de edad en edad,
    ¡y habían dado su nombre a países!
    13 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.
    14 Así andan ellos, seguros de sí mismos,
    y llegan al final, contentos de su suerte. Pausa.
    15 Como ovejas son llevados al Seol,
    los pastorea la Muerte,
    van derechos a la tumba.
    Su imagen se desvanece,
    el Seol es su mansión.
    16 Pero Dios rescatará mi vida,
    me cobrará de las garras del Seol. Pausa.
    17 No temas si alguien se enriquece,
    cuando crece el boato de su casa.
    18 Que, al morir, nada ha de llevarse,
    no bajará su boato con él.
    19 Aunque en vida se daba parabienes
    (¡te alaban cuando todo te va bien!),
    20 irá a unirse a sus antepasados,
    que no volverán a ver la luz.
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  18. SALMO 49
    (48)
    Vanidad de las riquezas
    1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.

    2 ¡Oíd esto, pueblos todos,
    escuchad, habitantes del mundo,
    3 lo mismo plebeyos que notables,
    ricos y pobres a la vez!
    4 Mi boca va a hablar sabiduría,
    mi corazón meditará cordura;
    5 prestaré oído al proverbio,
    expondré mi enigma con la cítara.
    6 ¿Por qué he de temer los malos tiempos,
    cuando me cercan maliciosos los que me hostigan,
    7 los que ponen su confianza en su fortuna
    y se glorían de su enorme riqueza?
    8 No puede un hombre redimirse
    ni pagar a Dios por su rescate,
    9 (es muy caro el precio de su vida,
    y nunca tendrá suficiente)
    10 para vivir eternamente
    sin tener que ver la fosa.
    11 Puede ver, sin duda, morir a los sabios,
    lo mismo que perecen necios y estúpidos,
    y acabar dejando a otros sus riquezas.
    12 Sus tumbas son sus casas eternas,
    sus moradas de edad en edad,
    ¡y habían dado su nombre a países!
    13 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.
    14 Así andan ellos, seguros de sí mismos,
    y llegan al final, contentos de su suerte. Pausa.
    15 Como ovejas son llevados al Seol,
    los pastorea la Muerte,
    van derechos a la tumba.
    Su imagen se desvanece,
    el Seol es su mansión.
    16 Pero Dios rescatará mi vida,
    me cobrará de las garras del Seol. Pausa.
    17 No temas si alguien se enriquece,
    cuando crece el boato de su casa.
    18 Que, al morir, nada ha de llevarse,
    no bajará su boato con él.
    19 Aunque en vida se daba parabienes
    (¡te alaban cuando todo te va bien!),
    20 irá a unirse a sus antepasados,
    que no volverán a ver la luz.
    21 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.

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  19. SALMO 49
    (48)
    Vanidad de las riquezas
    1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.

    2 ¡Oíd esto, pueblos todos,
    escuchad, habitantes del mundo,
    3 lo mismo plebeyos que notables,
    ricos y pobres a la vez!
    4 Mi boca va a hablar sabiduría,
    mi corazón meditará cordura;
    5 prestaré oído al proverbio,
    expondré mi enigma con la cítara.
    6 ¿Por qué he de temer los malos tiempos,
    cuando me cercan maliciosos los que me hostigan,
    7 los que ponen su confianza en su fortuna
    y se glorían de su enorme riqueza?
    8 No puede un hombre redimirse
    ni pagar a Dios por su rescate,
    9 (es muy caro el precio de su vida,
    y nunca tendrá suficiente)
    10 para vivir eternamente
    sin tener que ver la fosa.
    11 Puede ver, sin duda, morir a los sabios,
    lo mismo que perecen necios y estúpidos,
    y acabar dejando a otros sus riquezas.
    12 Sus tumbas son sus casas eternas,
    sus moradas de edad en edad,
    ¡y habían dado su nombre a países!
    13 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.
    14 Así andan ellos, seguros de sí mismos,
    y llegan al final, contentos de su suerte. Pausa.
    15 Como ovejas son llevados al Seol,
    los pastorea la Muerte,
    van derechos a la tumba.
    Su imagen se desvanece,
    el Seol es su mansión.
    16 Pero Dios rescatará mi vida,
    me cobrará de las garras del Seol. Pausa.
    17 No temas si alguien se enriquece,
    cuando crece el boato de su casa.
    18 Que, al morir, nada ha de llevarse,
    no bajará su boato con él.
    19 Aunque en vida se daba parabienes
    (¡te alaban cuando todo te va bien!),
    20 irá a unirse a sus antepasados,
    que no volverán a ver la luz.
    21 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.

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  20. SALMO 49
    (48)
    Vanidad de las riquezas
    1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.

    2 ¡Oíd esto, pueblos todos,
    escuchad, habitantes del mundo,
    3 lo mismo plebeyos que notables,
    ricos y pobres a la vez!
    4 Mi boca va a hablar sabiduría,
    mi corazón meditará cordura;
    5 prestaré oído al proverbio,
    expondré mi enigma con la cítara.
    6 ¿Por qué he de temer los malos tiempos,
    cuando me cercan maliciosos los que me hostigan,
    7 los que ponen su confianza en su fortuna
    y se glorían de su enorme riqueza?
    8 No puede un hombre redimirse
    ni pagar a Dios por su rescate,
    9 (es muy caro el precio de su vida,
    y nunca tendrá suficiente)
    10 para vivir eternamente
    sin tener que ver la fosa.
    11 Puede ver, sin duda, morir a los sabios,
    lo mismo que perecen necios y estúpidos,
    y acabar dejando a otros sus riquezas.
    12 Sus tumbas son sus casas eternas,
    sus moradas de edad en edad,
    ¡y habían dado su nombre a países!
    13 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.
    14 Así andan ellos, seguros de sí mismos,
    y llegan al final, contentos de su suerte. Pausa.
    15 Como ovejas son llevados al Seol,
    los pastorea la Muerte,
    van derechos a la tumba.
    Su imagen se desvanece,
    el Seol es su mansión.
    16 Pero Dios rescatará mi vida,
    me cobrará de las garras del Seol. Pausa.
    17 No temas si alguien se enriquece,
    cuando crece el boato de su casa.
    18 Que, al morir, nada ha de llevarse,
    no bajará su boato con él.
    19 Aunque en vida se daba parabienes
    (¡te alaban cuando todo te va bien!),
    20 irá a unirse a sus antepasados,
    que no volverán a ver la luz.
    21 El hombre opulento no entiende,
    a las bestias mudas se parece.

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  21. SALMO 50 va al principio
    (49)
    El culto espiritual
    1 Salmo. De Asaf.

    Habla Yahvé, Dios de los dioses:
    convoca a la tierra de oriente a occidente.
    2 Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece;
    3 viene nuestro Dios y no callará.
    Lo precede un fuego voraz,
    lo rodea violenta tempestad;
    4 convoca desde lo alto a los cielos,
    y a la tierra para juzgar a su pueblo.
    5 «Reunid ante mí a mis adeptos,
    que sellaron mi alianza con sacrificios».
    6 (Los cielos proclaman su justicia,
    pues Dios mismo viene como juez). Pausa.
    7 «Escucha, pueblo mío, voy a hablar,
    Israel, testifico contra ti,
    yo, Dios, tu Dios.
    8 No te acuso por tus sacrificios,
    ¡están siempre ante mí tus holocaustos!
    9 No tomaré novillos de tu casa,
    ni machos cabríos de tus apriscos,
    10 pues son mías las fieras salvajes,
    las bestias en los montes a millares;
    11 conozco las aves de los cielos,
    mías son las alimañas del campo.
    12 Si hambre tuviera, no te lo diría,
    porque mío es el orbe y cuanto encierra.
    13 ¿Acaso como carne de toros
    o bebo sangre de machos cabríos?
    14 Sacrifica a Dios dándole gracias,
    cumple todos tus votos al Altísimo:
    15 invócame en el día de la angustia,
    te libraré y tú me darás gloria.
    16 Pero al malvado Dios le dice:
    «¿A qué viene recitar mis preceptos
    y ponerte a hablar de mi alianza,
    17 tú que detestas la doctrina
    y a tus espaldas echas mis palabras?
    18 Si ves a un ladrón vas con él,
    compartes tu suerte con adúlteros;
    19 abres tu boca con malicia,
    tu lengua trama engaños.
    20 Te sientas a hablar contra tu hermano,
    deshonras al hijo de tu madre.
    21 Haces esto, ¿y he de callarme?
    ¿Piensas que soy como tú?
    Yo te acuso y te lo echo en cara.
    22 Entended esto bien los que olvidáis a Dios,
    no sea que os destroce y no haya quien os salve.
    23 Me honra quien sacrifica dándome gracias,
    al que es recto le haré ver la salvación de Dios».

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  22. SALMO 50 va al principio
    (49)
    El culto espiritual
    1 Salmo. De Asaf.

    Habla Yahvé, Dios de los dioses:
    convoca a la tierra de oriente a occidente.
    2 Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece;
    3 viene nuestro Dios y no callará.
    Lo precede un fuego voraz,
    lo rodea violenta tempestad;
    4 convoca desde lo alto a los cielos,
    y a la tierra para juzgar a su pueblo.
    5 «Reunid ante mí a mis adeptos,
    que sellaron mi alianza con sacrificios».
    6 (Los cielos proclaman su justicia,
    pues Dios mismo viene como juez). Pausa.
    7 «Escucha, pueblo mío, voy a hablar,
    Israel, testifico contra ti,
    yo, Dios, tu Dios.
    8 No te acuso por tus sacrificios,
    ¡están siempre ante mí tus holocaustos!
    9 No tomaré novillos de tu casa,
    ni machos cabríos de tus apriscos,
    10 pues son mías las fieras salvajes,
    las bestias en los montes a millares;
    11 conozco las aves de los cielos,
    mías son las alimañas del campo.
    12 Si hambre tuviera, no te lo diría,
    porque mío es el orbe y cuanto encierra.
    13 ¿Acaso como carne de toros
    o bebo sangre de machos cabríos?
    14 Sacrifica a Dios dándole gracias,
    cumple todos tus votos al Altísimo:
    15 invócame en el día de la angustia,
    te libraré y tú me darás gloria.
    16 Pero al malvado Dios le dice:
    «¿A qué viene recitar mis preceptos
    y ponerte a hablar de mi alianza,
    17 tú que detestas la doctrina
    y a tus espaldas echas mis palabras?
    18 Si ves a un ladrón vas con él,
    compartes tu suerte con adúlteros;
    19 abres tu boca con malicia,
    tu lengua trama engaños.
    20 Te sientas a hablar contra tu hermano,
    deshonras al hijo de tu madre.
    21 Haces esto, ¿y he de callarme?
    ¿Piensas que soy como tú?
    Yo te acuso y te lo echo en cara.
    22 Entended esto bien los que olvidáis a Dios,
    no sea que os destroce y no haya quien os salve.
    23 Me honra quien sacrifica dándome gracias,
    al que es recto le haré ver la salvación de Dios».

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  23. SALMO 50 va al principio
    (49)
    El culto espiritual
    1 Salmo. De Asaf.

    Habla Yahvé, Dios de los dioses:
    convoca a la tierra de oriente a occidente.
    2 Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece;
    3 viene nuestro Dios y no callará.
    Lo precede un fuego voraz,
    lo rodea violenta tempestad;
    4 convoca desde lo alto a los cielos,
    y a la tierra para juzgar a su pueblo.
    5 «Reunid ante mí a mis adeptos,
    que sellaron mi alianza con sacrificios».
    6 (Los cielos proclaman su justicia,
    pues Dios mismo viene como juez). Pausa.
    7 «Escucha, pueblo mío, voy a hablar,
    Israel, testifico contra ti,
    yo, Dios, tu Dios.
    8 No te acuso por tus sacrificios,
    ¡están siempre ante mí tus holocaustos!
    9 No tomaré novillos de tu casa,
    ni machos cabríos de tus apriscos,
    10 pues son mías las fieras salvajes,
    las bestias en los montes a millares;
    11 conozco las aves de los cielos,
    mías son las alimañas del campo.
    12 Si hambre tuviera, no te lo diría,
    porque mío es el orbe y cuanto encierra.
    13 ¿Acaso como carne de toros
    o bebo sangre de machos cabríos?
    14 Sacrifica a Dios dándole gracias,
    cumple todos tus votos al Altísimo:
    15 invócame en el día de la angustia,
    te libraré y tú me darás gloria.
    16 Pero al malvado Dios le dice:
    «¿A qué viene recitar mis preceptos
    y ponerte a hablar de mi alianza,
    17 tú que detestas la doctrina
    y a tus espaldas echas mis palabras?
    18 Si ves a un ladrón vas con él,
    compartes tu suerte con adúlteros;
    19 abres tu boca con malicia,
    tu lengua trama engaños.
    20 Te sientas a hablar contra tu hermano,
    deshonras al hijo de tu madre.
    21 Haces esto, ¿y he de callarme?
    ¿Piensas que soy como tú?
    Yo te acuso y te lo echo en cara.
    22 Entended esto bien los que olvidáis a Dios,
    no sea que os destroce y no haya quien os salve.
    23 Me honra quien sacrifica dándome gracias,
    al que es recto le haré ver la salvación de Dios».

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    1 Salmo. De Asaf.

    Habla Yahvé, Dios de los dioses:
    convoca a la tierra de oriente a occidente.
    2 Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece;
    3 viene nuestro Dios y no callará.
    Lo precede un fuego voraz,
    lo rodea violenta tempestad;
    4 convoca desde lo alto a los cielos,
    y a la tierra para juzgar a su pueblo.
    5 «Reunid ante mí a mis adeptos,
    que sellaron mi alianza con sacrificios».
    6 (Los cielos proclaman su justicia,
    pues Dios mismo viene como juez). Pausa.
    7 «Escucha, pueblo mío, voy a hablar,
    Israel, testifico contra ti,
    yo, Dios, tu Dios.
    8 No te acuso por tus sacrificios,
    ¡están siempre ante mí tus holocaustos!
    9 No tomaré novillos de tu casa,
    ni machos cabríos de tus apriscos,
    10 pues son mías las fieras salvajes,
    las bestias en los montes a millares;
    11 conozco las aves de los cielos,
    mías son las alimañas del campo.
    12 Si hambre tuviera, no te lo diría,
    porque mío es el orbe y cuanto encierra.
    13 ¿Acaso como carne de toros
    o bebo sangre de machos cabríos?
    14 Sacrifica a Dios dándole gracias,
    cumple todos tus votos al Altísimo:
    15 invócame en el día de la angustia,
    te libraré y tú me darás gloria.
    16 Pero al malvado Dios le dice:
    «¿A qué viene recitar mis preceptos
    y ponerte a hablar de mi alianza,
    17 tú que detestas la doctrina
    y a tus espaldas echas mis palabras?
    18 Si ves a un ladrón vas con él,
    compartes tu suerte con adúlteros;
    19 abres tu boca con malicia,
    tu lengua trama engaños.
    20 Te sientas a hablar contra tu hermano,
    deshonras al hijo de tu madre.
    21 Haces esto, ¿y he de callarme?
    ¿Piensas que soy como tú?
    Yo te acuso y te lo echo en cara.
    22 Entended esto bien los que olvidáis a Dios,
    no sea que os destroce y no haya quien os salve.
    23 Me honra quien sacrifica dándome gracias,
    al que es recto le haré ver la salvación de Dios».

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    Habla Yahvé, Dios de los dioses:
    convoca a la tierra de oriente a occidente.
    2 Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece;
    3 viene nuestro Dios y no callará.
    Lo precede un fuego voraz,
    lo rodea violenta tempestad;
    4 convoca desde lo alto a los cielos,
    y a la tierra para juzgar a su pueblo.
    5 «Reunid ante mí a mis adeptos,
    que sellaron mi alianza con sacrificios».
    6 (Los cielos proclaman su justicia,
    pues Dios mismo viene como juez). Pausa.
    7 «Escucha, pueblo mío, voy a hablar,
    Israel, testifico contra ti,
    yo, Dios, tu Dios.
    8 No te acuso por tus sacrificios,
    ¡están siempre ante mí tus holocaustos!
    9 No tomaré novillos de tu casa,
    ni machos cabríos de tus apriscos,
    10 pues son mías las fieras salvajes,
    las bestias en los montes a millares;
    11 conozco las aves de los cielos,
    mías son las alimañas del campo.
    12 Si hambre tuviera, no te lo diría,
    porque mío es el orbe y cuanto encierra.
    13 ¿Acaso como carne de toros
    o bebo sangre de machos cabríos?
    14 Sacrifica a Dios dándole gracias,
    cumple todos tus votos al Altísimo:
    15 invócame en el día de la angustia,
    te libraré y tú me darás gloria.
    16 Pero al malvado Dios le dice:
    «¿A qué viene recitar mis preceptos
    y ponerte a hablar de mi alianza,
    17 tú que detestas la doctrina
    y a tus espaldas echas mis palabras?
    18 Si ves a un ladrón vas con él,
    compartes tu suerte con adúlteros;
    19 abres tu boca con malicia,
    tu lengua trama engaños.
    20 Te sientas a hablar contra tu hermano,
    deshonras al hijo de tu madre.
    21 Haces esto, ¿y he de callarme?
    ¿Piensas que soy como tú?
    Yo te acuso y te lo echo en cara.
    22 Entended esto bien los que olvidáis a Dios,
    no sea que os destroce y no haya quien os salve.
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    al que es recto le haré ver la salvación de Dios».

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    Habla Yahvé, Dios de los dioses:
    convoca a la tierra de oriente a occidente.
    2 Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece;
    3 viene nuestro Dios y no callará.
    Lo precede un fuego voraz,
    lo rodea violenta tempestad;
    4 convoca desde lo alto a los cielos,
    y a la tierra para juzgar a su pueblo.
    5 «Reunid ante mí a mis adeptos,
    que sellaron mi alianza con sacrificios».
    6 (Los cielos proclaman su justicia,
    pues Dios mismo viene como juez). Pausa.
    7 «Escucha, pueblo mío, voy a hablar,
    Israel, testifico contra ti,
    yo, Dios, tu Dios.
    8 No te acuso por tus sacrificios,
    ¡están siempre ante mí tus holocaustos!
    9 No tomaré novillos de tu casa,
    ni machos cabríos de tus apriscos,
    10 pues son mías las fieras salvajes,
    las bestias en los montes a millares;
    11 conozco las aves de los cielos,
    mías son las alimañas del campo.
    12 Si hambre tuviera, no te lo diría,
    porque mío es el orbe y cuanto encierra.
    13 ¿Acaso como carne de toros
    o bebo sangre de machos cabríos?
    14 Sacrifica a Dios dándole gracias,
    cumple todos tus votos al Altísimo:
    15 invócame en el día de la angustia,
    te libraré y tú me darás gloria.
    16 Pero al malvado Dios le dice:
    «¿A qué viene recitar mis preceptos
    y ponerte a hablar de mi alianza,
    17 tú que detestas la doctrina
    y a tus espaldas echas mis palabras?
    18 Si ves a un ladrón vas con él,
    compartes tu suerte con adúlteros;
    19 abres tu boca con malicia,
    tu lengua trama engaños.
    20 Te sientas a hablar contra tu hermano,
    deshonras al hijo de tu madre.
    21 Haces esto, ¿y he de callarme?
    ¿Piensas que soy como tú?
    Yo te acuso y te lo echo en cara.
    22 Entended esto bien los que olvidáis a Dios,
    no sea que os destroce y no haya quien os salve.
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    al que es recto le haré ver la salvación de Dios».

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    Habla Yahvé, Dios de los dioses:
    convoca a la tierra de oriente a occidente.
    2 Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece;
    3 viene nuestro Dios y no callará.
    Lo precede un fuego voraz,
    lo rodea violenta tempestad;
    4 convoca desde lo alto a los cielos,
    y a la tierra para juzgar a su pueblo.
    5 «Reunid ante mí a mis adeptos,
    que sellaron mi alianza con sacrificios».
    6 (Los cielos proclaman su justicia,
    pues Dios mismo viene como juez). Pausa.
    7 «Escucha, pueblo mío, voy a hablar,
    Israel, testifico contra ti,
    yo, Dios, tu Dios.
    8 No te acuso por tus sacrificios,
    ¡están siempre ante mí tus holocaustos!
    9 No tomaré novillos de tu casa,
    ni machos cabríos de tus apriscos,
    10 pues son mías las fieras salvajes,
    las bestias en los montes a millares;
    11 conozco las aves de los cielos,
    mías son las alimañas del campo.
    12 Si hambre tuviera, no te lo diría,
    porque mío es el orbe y cuanto encierra.
    13 ¿Acaso como carne de toros
    o bebo sangre de machos cabríos?
    14 Sacrifica a Dios dándole gracias,
    cumple todos tus votos al Altísimo:
    15 invócame en el día de la angustia,
    te libraré y tú me darás gloria.
    16 Pero al malvado Dios le dice:
    «¿A qué viene recitar mis preceptos
    y ponerte a hablar de mi alianza,
    17 tú que detestas la doctrina
    y a tus espaldas echas mis palabras?
    18 Si ves a un ladrón vas con él,
    compartes tu suerte con adúlteros;
    19 abres tu boca con malicia,
    tu lengua trama engaños.
    20 Te sientas a hablar contra tu hermano,
    deshonras al hijo de tu madre.
    21 Haces esto, ¿y he de callarme?
    ¿Piensas que soy como tú?
    Yo te acuso y te lo echo en cara.
    22 Entended esto bien los que olvidáis a Dios,
    no sea que os destroce y no haya quien os salve.
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    al que es recto le haré ver la salvación de Dios».

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    Habla Yahvé, Dios de los dioses:
    convoca a la tierra de oriente a occidente.
    2 Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece;
    3 viene nuestro Dios y no callará.
    Lo precede un fuego voraz,
    lo rodea violenta tempestad;
    4 convoca desde lo alto a los cielos,
    y a la tierra para juzgar a su pueblo.
    5 «Reunid ante mí a mis adeptos,
    que sellaron mi alianza con sacrificios».
    6 (Los cielos proclaman su justicia,
    pues Dios mismo viene como juez). Pausa.
    7 «Escucha, pueblo mío, voy a hablar,
    Israel, testifico contra ti,
    yo, Dios, tu Dios.
    8 No te acuso por tus sacrificios,
    ¡están siempre ante mí tus holocaustos!
    9 No tomaré novillos de tu casa,
    ni machos cabríos de tus apriscos,
    10 pues son mías las fieras salvajes,
    las bestias en los montes a millares;
    11 conozco las aves de los cielos,
    mías son las alimañas del campo.
    12 Si hambre tuviera, no te lo diría,
    porque mío es el orbe y cuanto encierra.
    13 ¿Acaso como carne de toros
    o bebo sangre de machos cabríos?
    14 Sacrifica a Dios dándole gracias,
    cumple todos tus votos al Altísimo:
    15 invócame en el día de la angustia,
    te libraré y tú me darás gloria.
    16 Pero al malvado Dios le dice:
    «¿A qué viene recitar mis preceptos
    y ponerte a hablar de mi alianza,
    17 tú que detestas la doctrina
    y a tus espaldas echas mis palabras?
    18 Si ves a un ladrón vas con él,
    compartes tu suerte con adúlteros;
    19 abres tu boca con malicia,
    tu lengua trama engaños.
    20 Te sientas a hablar contra tu hermano,
    deshonras al hijo de tu madre.
    21 Haces esto, ¿y he de callarme?
    ¿Piensas que soy como tú?
    Yo te acuso y te lo echo en cara.
    22 Entended esto bien los que olvidáis a Dios,
    no sea que os destroce y no haya quien os salve.
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    al que es recto le haré ver la salvación de Dios».

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    Habla Yahvé, Dios de los dioses:
    convoca a la tierra de oriente a occidente.
    2 Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece;
    3 viene nuestro Dios y no callará.
    Lo precede un fuego voraz,
    lo rodea violenta tempestad;
    4 convoca desde lo alto a los cielos,
    y a la tierra para juzgar a su pueblo.
    5 «Reunid ante mí a mis adeptos,
    que sellaron mi alianza con sacrificios».
    6 (Los cielos proclaman su justicia,
    pues Dios mismo viene como juez). Pausa.
    7 «Escucha, pueblo mío, voy a hablar,
    Israel, testifico contra ti,
    yo, Dios, tu Dios.
    8 No te acuso por tus sacrificios,
    ¡están siempre ante mí tus holocaustos!
    9 No tomaré novillos de tu casa,
    ni machos cabríos de tus apriscos,
    10 pues son mías las fieras salvajes,
    las bestias en los montes a millares;
    11 conozco las aves de los cielos,
    mías son las alimañas del campo.
    12 Si hambre tuviera, no te lo diría,
    porque mío es el orbe y cuanto encierra.
    13 ¿Acaso como carne de toros
    o bebo sangre de machos cabríos?
    14 Sacrifica a Dios dándole gracias,
    cumple todos tus votos al Altísimo:
    15 invócame en el día de la angustia,
    te libraré y tú me darás gloria.
    16 Pero al malvado Dios le dice:
    «¿A qué viene recitar mis preceptos
    y ponerte a hablar de mi alianza,
    17 tú que detestas la doctrina
    y a tus espaldas echas mis palabras?
    18 Si ves a un ladrón vas con él,
    compartes tu suerte con adúlteros;
    19 abres tu boca con malicia,
    tu lengua trama engaños.
    20 Te sientas a hablar contra tu hermano,
    deshonras al hijo de tu madre.
    21 Haces esto, ¿y he de callarme?
    ¿Piensas que soy como tú?
    Yo te acuso y te lo echo en cara.
    22 Entended esto bien los que olvidáis a Dios,
    no sea que os destroce y no haya quien os salve.
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    2 Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece;
    3 viene nuestro Dios y no callará.
    Lo precede un fuego voraz,
    lo rodea violenta tempestad;
    4 convoca desde lo alto a los cielos,
    y a la tierra para juzgar a su pueblo.
    5 «Reunid ante mí a mis adeptos,
    que sellaron mi alianza con sacrificios».
    6 (Los cielos proclaman su justicia,
    pues Dios mismo viene como juez). Pausa.
    7 «Escucha, pueblo mío, voy a hablar,
    Israel, testifico contra ti,
    yo, Dios, tu Dios.
    8 No te acuso por tus sacrificios,
    ¡están siempre ante mí tus holocaustos!
    9 No tomaré novillos de tu casa,
    ni machos cabríos de tus apriscos,
    10 pues son mías las fieras salvajes,
    las bestias en los montes a millares;
    11 conozco las aves de los cielos,
    mías son las alimañas del campo.
    12 Si hambre tuviera, no te lo diría,
    porque mío es el orbe y cuanto encierra.
    13 ¿Acaso como carne de toros
    o bebo sangre de machos cabríos?
    14 Sacrifica a Dios dándole gracias,
    cumple todos tus votos al Altísimo:
    15 invócame en el día de la angustia,
    te libraré y tú me darás gloria.
    16 Pero al malvado Dios le dice:
    «¿A qué viene recitar mis preceptos
    y ponerte a hablar de mi alianza,
    17 tú que detestas la doctrina
    y a tus espaldas echas mis palabras?
    18 Si ves a un ladrón vas con él,
    compartes tu suerte con adúlteros;
    19 abres tu boca con malicia,
    tu lengua trama engaños.
    20 Te sientas a hablar contra tu hermano,
    deshonras al hijo de tu madre.
    21 Haces esto, ¿y he de callarme?
    ¿Piensas que soy como tú?
    Yo te acuso y te lo echo en cara.
    22 Entended esto bien los que olvidáis a Dios,
    no sea que os destroce y no haya quien os salve.
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    convoca a la tierra de oriente a occidente.
    2 Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece;
    3 viene nuestro Dios y no callará.
    Lo precede un fuego voraz,
    lo rodea violenta tempestad;
    4 convoca desde lo alto a los cielos,
    y a la tierra para juzgar a su pueblo.
    5 «Reunid ante mí a mis adeptos,
    que sellaron mi alianza con sacrificios».
    6 (Los cielos proclaman su justicia,
    pues Dios mismo viene como juez). Pausa.
    7 «Escucha, pueblo mío, voy a hablar,
    Israel, testifico contra ti,
    yo, Dios, tu Dios.
    8 No te acuso por tus sacrificios,
    ¡están siempre ante mí tus holocaustos!
    9 No tomaré novillos de tu casa,
    ni machos cabríos de tus apriscos,
    10 pues son mías las fieras salvajes,
    las bestias en los montes a millares;
    11 conozco las aves de los cielos,
    mías son las alimañas del campo.
    12 Si hambre tuviera, no te lo diría,
    porque mío es el orbe y cuanto encierra.
    13 ¿Acaso como carne de toros
    o bebo sangre de machos cabríos?
    14 Sacrifica a Dios dándole gracias,
    cumple todos tus votos al Altísimo:
    15 invócame en el día de la angustia,
    te libraré y tú me darás gloria.
    16 Pero al malvado Dios le dice:
    «¿A qué viene recitar mis preceptos
    y ponerte a hablar de mi alianza,
    17 tú que detestas la doctrina
    y a tus espaldas echas mis palabras?
    18 Si ves a un ladrón vas con él,
    compartes tu suerte con adúlteros;
    19 abres tu boca con malicia,
    tu lengua trama engaños.
    20 Te sientas a hablar contra tu hermano,
    deshonras al hijo de tu madre.
    21 Haces esto, ¿y he de callarme?
    ¿Piensas que soy como tú?
    Yo te acuso y te lo echo en cara.
    22 Entended esto bien los que olvidáis a Dios,
    no sea que os destroce y no haya quien os salve.
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    al que es recto le haré ver la salvación de Dios».

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    Habla Yahvé, Dios de los dioses:
    convoca a la tierra de oriente a occidente.
    2 Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece;
    3 viene nuestro Dios y no callará.
    Lo precede un fuego voraz,
    lo rodea violenta tempestad;
    4 convoca desde lo alto a los cielos,
    y a la tierra para juzgar a su pueblo.
    5 «Reunid ante mí a mis adeptos,
    que sellaron mi alianza con sacrificios».
    6 (Los cielos proclaman su justicia,
    pues Dios mismo viene como juez). Pausa.
    7 «Escucha, pueblo mío, voy a hablar,
    Israel, testifico contra ti,
    yo, Dios, tu Dios.
    8 No te acuso por tus sacrificios,
    ¡están siempre ante mí tus holocaustos!
    9 No tomaré novillos de tu casa,
    ni machos cabríos de tus apriscos,
    10 pues son mías las fieras salvajes,
    las bestias en los montes a millares;
    11 conozco las aves de los cielos,
    mías son las alimañas del campo.
    12 Si hambre tuviera, no te lo diría,
    porque mío es el orbe y cuanto encierra.
    13 ¿Acaso como carne de toros
    o bebo sangre de machos cabríos?
    14 Sacrifica a Dios dándole gracias,
    cumple todos tus votos al Altísimo:
    15 invócame en el día de la angustia,
    te libraré y tú me darás gloria.
    16 Pero al malvado Dios le dice:
    «¿A qué viene recitar mis preceptos
    y ponerte a hablar de mi alianza,
    17 tú que detestas la doctrina
    y a tus espaldas echas mis palabras?
    18 Si ves a un ladrón vas con él,
    compartes tu suerte con adúlteros;
    19 abres tu boca con malicia,
    tu lengua trama engaños.
    20 Te sientas a hablar contra tu hermano,
    deshonras al hijo de tu madre.
    21 Haces esto, ¿y he de callarme?
    ¿Piensas que soy como tú?
    Yo te acuso y te lo echo en cara.
    22 Entended esto bien los que olvidáis a Dios,
    no sea que os destroce y no haya quien os salve.
    23 Me honra quien sacrifica dándome gracias,
    al que es recto le haré ver la salvación de Dios».

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  33. SALMO 50 va al principio
    (49)
    El culto espiritual
    1 Salmo. De Asaf.

    Habla Yahvé, Dios de los dioses:
    convoca a la tierra de oriente a occidente.
    2 Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece;
    3 viene nuestro Dios y no callará.
    Lo precede un fuego voraz,
    lo rodea violenta tempestad;
    4 convoca desde lo alto a los cielos,
    y a la tierra para juzgar a su pueblo.
    5 «Reunid ante mí a mis adeptos,
    que sellaron mi alianza con sacrificios».
    6 (Los cielos proclaman su justicia,
    pues Dios mismo viene como juez). Pausa.
    7 «Escucha, pueblo mío, voy a hablar,
    Israel, testifico contra ti,
    yo, Dios, tu Dios.
    8 No te acuso por tus sacrificios,
    ¡están siempre ante mí tus holocaustos!
    9 No tomaré novillos de tu casa,
    ni machos cabríos de tus apriscos,
    10 pues son mías las fieras salvajes,
    las bestias en los montes a millares;
    11 conozco las aves de los cielos,
    mías son las alimañas del campo.
    12 Si hambre tuviera, no te lo diría,
    porque mío es el orbe y cuanto encierra.
    13 ¿Acaso como carne de toros
    o bebo sangre de machos cabríos?
    14 Sacrifica a Dios dándole gracias,
    cumple todos tus votos al Altísimo:
    15 invócame en el día de la angustia,
    te libraré y tú me darás gloria.
    16 Pero al malvado Dios le dice:
    «¿A qué viene recitar mis preceptos
    y ponerte a hablar de mi alianza,
    17 tú que detestas la doctrina
    y a tus espaldas echas mis palabras?
    18 Si ves a un ladrón vas con él,
    compartes tu suerte con adúlteros;
    19 abres tu boca con malicia,
    tu lengua trama engaños.
    20 Te sientas a hablar contra tu hermano,
    deshonras al hijo de tu madre.
    21 Haces esto, ¿y he de callarme?
    ¿Piensas que soy como tú?
    Yo te acuso y te lo echo en cara.
    22 Entended esto bien los que olvidáis a Dios,
    no sea que os destroce y no haya quien os salve.
    23 Me honra quien sacrifica dándome gracias,
    al que es recto le haré ver la salvación de Dios».

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  34. SALMO 50 va al principio
    (49)
    El culto espiritual
    1 Salmo. De Asaf.

    Habla Yahvé, Dios de los dioses:
    convoca a la tierra de oriente a occidente.
    2 Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece;
    3 viene nuestro Dios y no callará.
    Lo precede un fuego voraz,
    lo rodea violenta tempestad;
    4 convoca desde lo alto a los cielos,
    y a la tierra para juzgar a su pueblo.
    5 «Reunid ante mí a mis adeptos,
    que sellaron mi alianza con sacrificios».
    6 (Los cielos proclaman su justicia,
    pues Dios mismo viene como juez). Pausa.
    7 «Escucha, pueblo mío, voy a hablar,
    Israel, testifico contra ti,
    yo, Dios, tu Dios.
    8 No te acuso por tus sacrificios,
    ¡están siempre ante mí tus holocaustos!
    9 No tomaré novillos de tu casa,
    ni machos cabríos de tus apriscos,
    10 pues son mías las fieras salvajes,
    las bestias en los montes a millares;
    11 conozco las aves de los cielos,
    mías son las alimañas del campo.
    12 Si hambre tuviera, no te lo diría,
    porque mío es el orbe y cuanto encierra.
    13 ¿Acaso como carne de toros
    o bebo sangre de machos cabríos?
    14 Sacrifica a Dios dándole gracias,
    cumple todos tus votos al Altísimo:
    15 invócame en el día de la angustia,
    te libraré y tú me darás gloria.
    16 Pero al malvado Dios le dice:
    «¿A qué viene recitar mis preceptos
    y ponerte a hablar de mi alianza,
    17 tú que detestas la doctrina
    y a tus espaldas echas mis palabras?
    18 Si ves a un ladrón vas con él,
    compartes tu suerte con adúlteros;
    19 abres tu boca con malicia,
    tu lengua trama engaños.
    20 Te sientas a hablar contra tu hermano,
    deshonras al hijo de tu madre.
    21 Haces esto, ¿y he de callarme?
    ¿Piensas que soy como tú?
    Yo te acuso y te lo echo en cara.
    22 Entended esto bien los que olvidáis a Dios,
    no sea que os destroce y no haya quien os salve.
    23 Me honra quien sacrifica dándome gracias,
    al que es recto le haré ver la salvación de Dios».

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  35. SALMO 50 va al principio
    (49)
    El culto espiritual
    1 Salmo. De Asaf.

    Habla Yahvé, Dios de los dioses:
    convoca a la tierra de oriente a occidente.
    2 Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece;
    3 viene nuestro Dios y no callará.
    Lo precede un fuego voraz,
    lo rodea violenta tempestad;
    4 convoca desde lo alto a los cielos,
    y a la tierra para juzgar a su pueblo.
    5 «Reunid ante mí a mis adeptos,
    que sellaron mi alianza con sacrificios».
    6 (Los cielos proclaman su justicia,
    pues Dios mismo viene como juez). Pausa.
    7 «Escucha, pueblo mío, voy a hablar,
    Israel, testifico contra ti,
    yo, Dios, tu Dios.
    8 No te acuso por tus sacrificios,
    ¡están siempre ante mí tus holocaustos!
    9 No tomaré novillos de tu casa,
    ni machos cabríos de tus apriscos,
    10 pues son mías las fieras salvajes,
    las bestias en los montes a millares;
    11 conozco las aves de los cielos,
    mías son las alimañas del campo.
    12 Si hambre tuviera, no te lo diría,
    porque mío es el orbe y cuanto encierra.
    13 ¿Acaso como carne de toros
    o bebo sangre de machos cabríos?
    14 Sacrifica a Dios dándole gracias,
    cumple todos tus votos al Altísimo:
    15 invócame en el día de la angustia,
    te libraré y tú me darás gloria.
    16 Pero al malvado Dios le dice:
    «¿A qué viene recitar mis preceptos
    y ponerte a hablar de mi alianza,
    17 tú que detestas la doctrina
    y a tus espaldas echas mis palabras?
    18 Si ves a un ladrón vas con él,
    compartes tu suerte con adúlteros;
    19 abres tu boca con malicia,
    tu lengua trama engaños.
    20 Te sientas a hablar contra tu hermano,
    deshonras al hijo de tu madre.
    21 Haces esto, ¿y he de callarme?
    ¿Piensas que soy como tú?
    Yo te acuso y te lo echo en cara.
    22 Entended esto bien los que olvidáis a Dios,
    no sea que os destroce y no haya quien os salve.
    23 Me honra quien sacrifica dándome gracias,
    al que es recto le haré ver la salvación de Dios».

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  36. SALMO 4

    Oración vespertina
    1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. De David.

    2 Respóndeme cuando te llamo,
    Dios testigo de mi inocencia;
    tú, que en el apuro me abres salidas,
    tenme piedad y escucha mi oración.
    3 ¿Hasta dónde, hombres, insultaréis a mi gloria,
    amaréis la vanidad y andaréis tras la mentira? Pausa.
    4 Sabed que Yahvé me distingue con su amor,
    Yahvé me escucha cuando le llamo.
    5 Temblad y no pequéis,
    reflexionad en el lecho y callad. Pausa.
    6 Ofreced sacrificios justos y confiad en Yahvé.
    7 Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?».
    ¡Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro!
    Yahvé, 8 me has dado más alegría interior
    que cuando ellos abundan en trigo y en mosto.
    9 En paz me acuesto y en seguida me duermo,
    pues tú solo, Yahvé, me haces vivir tranquilo.

    SALMO 5 va al principio

    Oración de la mañana
    1 Del maestro de coro. Para flautas. Salmo. De David.

    2 Escucha mi palabra, Yahvé,
    repara en mi plegaria,
    3 atento a mis gritos de auxilio,
    rey mío y Dios mío.
    ¡A ti te suplico, 4 Yahvé!
    Por la mañana escuchas mi voz,
    por la mañana me preparo para ti
    y quedo a la espera.
    5 No eres un Dios que ame el mal,
    ni es tu huésped el malvado;
    6 no resiste el arrogante tu presencia,
    detestas a todos los malhechores,
    7 acabas con los mentirosos;
    al asesino y al hipócrita
    los aborrece Yahvé.
    8 Pero yo, por lo mucho que nos quieres,
    me atrevo a entrar en tu Casa,
    a postrarme ante tu santo Templo,
    lleno de respeto hacia ti.
    9 Guíame, Yahvé, con tu justicia,
    responde así a mis adversarios,
    allana tu camino a mi paso.
    10 Que no hay firmeza en sus palabras,
    por dentro están llenos de malicia;
    sepulcro abierto es su garganta,
    su lengua habla con halagos.
    11 Trátalos, oh Dios, como culpables,
    haz que fracasen sus planes;
    expúlsalos, que están llenos de crímenes,
    que se han rebelado contra ti.
    12 Se alegrarán los que se acogen a ti,
    gritarán alborozados por siempre;
    tú los protegerás, en ti disfrutarán
    los que aman tu nombre.
    13 Tú bendices al inocente, Yahvé,
    lo rodea como escudo tu favor.

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  37. SALMO 4

    Oración vespertina
    1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. De David.

    2 Respóndeme cuando te llamo,
    Dios testigo de mi inocencia;
    tú, que en el apuro me abres salidas,
    tenme piedad y escucha mi oración.
    3 ¿Hasta dónde, hombres, insultaréis a mi gloria,
    amaréis la vanidad y andaréis tras la mentira? Pausa.
    4 Sabed que Yahvé me distingue con su amor,
    Yahvé me escucha cuando le llamo.
    5 Temblad y no pequéis,
    reflexionad en el lecho y callad. Pausa.
    6 Ofreced sacrificios justos y confiad en Yahvé.
    7 Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?».
    ¡Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro!
    Yahvé, 8 me has dado más alegría interior
    que cuando ellos abundan en trigo y en mosto.
    9 En paz me acuesto y en seguida me duermo,
    pues tú solo, Yahvé, me haces vivir tranquilo.

    SALMO 5 va al principio

    Oración de la mañana
    1 Del maestro de coro. Para flautas. Salmo. De David.

    2 Escucha mi palabra, Yahvé,
    repara en mi plegaria,
    3 atento a mis gritos de auxilio,
    rey mío y Dios mío.
    ¡A ti te suplico, 4 Yahvé!
    Por la mañana escuchas mi voz,
    por la mañana me preparo para ti
    y quedo a la espera.
    5 No eres un Dios que ame el mal,
    ni es tu huésped el malvado;
    6 no resiste el arrogante tu presencia,
    detestas a todos los malhechores,
    7 acabas con los mentirosos;
    al asesino y al hipócrita
    los aborrece Yahvé.
    8 Pero yo, por lo mucho que nos quieres,
    me atrevo a entrar en tu Casa,
    a postrarme ante tu santo Templo,
    lleno de respeto hacia ti.
    9 Guíame, Yahvé, con tu justicia,
    responde así a mis adversarios,
    allana tu camino a mi paso.
    10 Que no hay firmeza en sus palabras,
    por dentro están llenos de malicia;
    sepulcro abierto es su garganta,
    su lengua habla con halagos.
    11 Trátalos, oh Dios, como culpables,
    haz que fracasen sus planes;
    expúlsalos, que están llenos de crímenes,
    que se han rebelado contra ti.
    12 Se alegrarán los que se acogen a ti,
    gritarán alborozados por siempre;
    tú los protegerás, en ti disfrutarán
    los que aman tu nombre.
    13 Tú bendices al inocente, Yahvé,
    lo rodea como escudo tu favor.

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  38. SALMO 4

    Oración vespertina
    1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. De David.

    2 Respóndeme cuando te llamo,
    Dios testigo de mi inocencia;
    tú, que en el apuro me abres salidas,
    tenme piedad y escucha mi oración.
    3 ¿Hasta dónde, hombres, insultaréis a mi gloria,
    amaréis la vanidad y andaréis tras la mentira? Pausa.
    4 Sabed que Yahvé me distingue con su amor,
    Yahvé me escucha cuando le llamo.
    5 Temblad y no pequéis,
    reflexionad en el lecho y callad. Pausa.
    6 Ofreced sacrificios justos y confiad en Yahvé.
    7 Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?».
    ¡Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro!
    Yahvé, 8 me has dado más alegría interior
    que cuando ellos abundan en trigo y en mosto.
    9 En paz me acuesto y en seguida me duermo,
    pues tú solo, Yahvé, me haces vivir tranquilo.

    SALMO 5 va al principio

    Oración de la mañana
    1 Del maestro de coro. Para flautas. Salmo. De David.

    2 Escucha mi palabra, Yahvé,
    repara en mi plegaria,
    3 atento a mis gritos de auxilio,
    rey mío y Dios mío.
    ¡A ti te suplico, 4 Yahvé!
    Por la mañana escuchas mi voz,
    por la mañana me preparo para ti
    y quedo a la espera.
    5 No eres un Dios que ame el mal,
    ni es tu huésped el malvado;
    6 no resiste el arrogante tu presencia,
    detestas a todos los malhechores,
    7 acabas con los mentirosos;
    al asesino y al hipócrita
    los aborrece Yahvé.
    8 Pero yo, por lo mucho que nos quieres,
    me atrevo a entrar en tu Casa,
    a postrarme ante tu santo Templo,
    lleno de respeto hacia ti.
    9 Guíame, Yahvé, con tu justicia,
    responde así a mis adversarios,
    allana tu camino a mi paso.
    10 Que no hay firmeza en sus palabras,
    por dentro están llenos de malicia;
    sepulcro abierto es su garganta,
    su lengua habla con halagos.
    11 Trátalos, oh Dios, como culpables,
    haz que fracasen sus planes;
    expúlsalos, que están llenos de crímenes,
    que se han rebelado contra ti.
    12 Se alegrarán los que se acogen a ti,
    gritarán alborozados por siempre;
    tú los protegerás, en ti disfrutarán
    los que aman tu nombre.
    13 Tú bendices al inocente, Yahvé,
    lo rodea como escudo tu favor.

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  39. SALMO 4

    Oración vespertina
    1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. De David.

    2 Respóndeme cuando te llamo,
    Dios testigo de mi inocencia;
    tú, que en el apuro me abres salidas,
    tenme piedad y escucha mi oración.
    3 ¿Hasta dónde, hombres, insultaréis a mi gloria,
    amaréis la vanidad y andaréis tras la mentira? Pausa.
    4 Sabed que Yahvé me distingue con su amor,
    Yahvé me escucha cuando le llamo.
    5 Temblad y no pequéis,
    reflexionad en el lecho y callad. Pausa.
    6 Ofreced sacrificios justos y confiad en Yahvé.
    7 Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?».
    ¡Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro!
    Yahvé, 8 me has dado más alegría interior
    que cuando ellos abundan en trigo y en mosto.
    9 En paz me acuesto y en seguida me duermo,
    pues tú solo, Yahvé, me haces vivir tranquilo.

    SALMO 5 va al principio

    Oración de la mañana
    1 Del maestro de coro. Para flautas. Salmo. De David.

    2 Escucha mi palabra, Yahvé,
    repara en mi plegaria,
    3 atento a mis gritos de auxilio,
    rey mío y Dios mío.
    ¡A ti te suplico, 4 Yahvé!
    Por la mañana escuchas mi voz,
    por la mañana me preparo para ti
    y quedo a la espera.
    5 No eres un Dios que ame el mal,
    ni es tu huésped el malvado;
    6 no resiste el arrogante tu presencia,
    detestas a todos los malhechores,
    7 acabas con los mentirosos;
    al asesino y al hipócrita
    los aborrece Yahvé.
    8 Pero yo, por lo mucho que nos quieres,
    me atrevo a entrar en tu Casa,
    a postrarme ante tu santo Templo,
    lleno de respeto hacia ti.
    9 Guíame, Yahvé, con tu justicia,
    responde así a mis adversarios,
    allana tu camino a mi paso.
    10 Que no hay firmeza en sus palabras,
    por dentro están llenos de malicia;
    sepulcro abierto es su garganta,
    su lengua habla con halagos.
    11 Trátalos, oh Dios, como culpables,
    haz que fracasen sus planes;
    expúlsalos, que están llenos de crímenes,
    que se han rebelado contra ti.
    12 Se alegrarán los que se acogen a ti,
    gritarán alborozados por siempre;
    tú los protegerás, en ti disfrutarán
    los que aman tu nombre.
    13 Tú bendices al inocente, Yahvé,
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  40. SALMO 4

    Oración vespertina
    1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. De David.

    2 Respóndeme cuando te llamo,
    Dios testigo de mi inocencia;
    tú, que en el apuro me abres salidas,
    tenme piedad y escucha mi oración.
    3 ¿Hasta dónde, hombres, insultaréis a mi gloria,
    amaréis la vanidad y andaréis tras la mentira? Pausa.
    4 Sabed que Yahvé me distingue con su amor,
    Yahvé me escucha cuando le llamo.
    5 Temblad y no pequéis,
    reflexionad en el lecho y callad. Pausa.
    6 Ofreced sacrificios justos y confiad en Yahvé.
    7 Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?».
    ¡Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro!
    Yahvé, 8 me has dado más alegría interior
    que cuando ellos abundan en trigo y en mosto.
    9 En paz me acuesto y en seguida me duermo,
    pues tú solo, Yahvé, me haces vivir tranquilo.

    SALMO 5 va al principio

    Oración de la mañana
    1 Del maestro de coro. Para flautas. Salmo. De David.

    2 Escucha mi palabra, Yahvé,
    repara en mi plegaria,
    3 atento a mis gritos de auxilio,
    rey mío y Dios mío.
    ¡A ti te suplico, 4 Yahvé!
    Por la mañana escuchas mi voz,
    por la mañana me preparo para ti
    y quedo a la espera.
    5 No eres un Dios que ame el mal,
    ni es tu huésped el malvado;
    6 no resiste el arrogante tu presencia,
    detestas a todos los malhechores,
    7 acabas con los mentirosos;
    al asesino y al hipócrita
    los aborrece Yahvé.
    8 Pero yo, por lo mucho que nos quieres,
    me atrevo a entrar en tu Casa,
    a postrarme ante tu santo Templo,
    lleno de respeto hacia ti.
    9 Guíame, Yahvé, con tu justicia,
    responde así a mis adversarios,
    allana tu camino a mi paso.
    10 Que no hay firmeza en sus palabras,
    por dentro están llenos de malicia;
    sepulcro abierto es su garganta,
    su lengua habla con halagos.
    11 Trátalos, oh Dios, como culpables,
    haz que fracasen sus planes;
    expúlsalos, que están llenos de crímenes,
    que se han rebelado contra ti.
    12 Se alegrarán los que se acogen a ti,
    gritarán alborozados por siempre;
    tú los protegerás, en ti disfrutarán
    los que aman tu nombre.
    13 Tú bendices al inocente, Yahvé,
    lo rodea como escudo tu favor.

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  41. SALMO 4

    Oración vespertina
    1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. De David.

    2 Respóndeme cuando te llamo,
    Dios testigo de mi inocencia;
    tú, que en el apuro me abres salidas,
    tenme piedad y escucha mi oración.
    3 ¿Hasta dónde, hombres, insultaréis a mi gloria,
    amaréis la vanidad y andaréis tras la mentira? Pausa.
    4 Sabed que Yahvé me distingue con su amor,
    Yahvé me escucha cuando le llamo.
    5 Temblad y no pequéis,
    reflexionad en el lecho y callad. Pausa.
    6 Ofreced sacrificios justos y confiad en Yahvé.
    7 Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?».
    ¡Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro!
    Yahvé, 8 me has dado más alegría interior
    que cuando ellos abundan en trigo y en mosto.
    9 En paz me acuesto y en seguida me duermo,
    pues tú solo, Yahvé, me haces vivir tranquilo.

    SALMO 5 va al principio

    Oración de la mañana
    1 Del maestro de coro. Para flautas. Salmo. De David.

    2 Escucha mi palabra, Yahvé,
    repara en mi plegaria,
    3 atento a mis gritos de auxilio,
    rey mío y Dios mío.
    ¡A ti te suplico, 4 Yahvé!
    Por la mañana escuchas mi voz,
    por la mañana me preparo para ti
    y quedo a la espera.
    5 No eres un Dios que ame el mal,
    ni es tu huésped el malvado;
    6 no resiste el arrogante tu presencia,
    detestas a todos los malhechores,
    7 acabas con los mentirosos;
    al asesino y al hipócrita
    los aborrece Yahvé.
    8 Pero yo, por lo mucho que nos quieres,
    me atrevo a entrar en tu Casa,
    a postrarme ante tu santo Templo,
    lleno de respeto hacia ti.
    9 Guíame, Yahvé, con tu justicia,
    responde así a mis adversarios,
    allana tu camino a mi paso.
    10 Que no hay firmeza en sus palabras,
    por dentro están llenos de malicia;
    sepulcro abierto es su garganta,
    su lengua habla con halagos.
    11 Trátalos, oh Dios, como culpables,
    haz que fracasen sus planes;
    expúlsalos, que están llenos de crímenes,
    que se han rebelado contra ti.
    12 Se alegrarán los que se acogen a ti,
    gritarán alborozados por siempre;
    tú los protegerás, en ti disfrutarán
    los que aman tu nombre.
    13 Tú bendices al inocente, Yahvé,
    lo rodea como escudo tu favor.

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  42. SALMO 4

    Oración vespertina
    1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. De David.

    2 Respóndeme cuando te llamo,
    Dios testigo de mi inocencia;
    tú, que en el apuro me abres salidas,
    tenme piedad y escucha mi oración.
    3 ¿Hasta dónde, hombres, insultaréis a mi gloria,
    amaréis la vanidad y andaréis tras la mentira? Pausa.
    4 Sabed que Yahvé me distingue con su amor,
    Yahvé me escucha cuando le llamo.
    5 Temblad y no pequéis,
    reflexionad en el lecho y callad. Pausa.
    6 Ofreced sacrificios justos y confiad en Yahvé.
    7 Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?».
    ¡Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro!
    Yahvé, 8 me has dado más alegría interior
    que cuando ellos abundan en trigo y en mosto.
    9 En paz me acuesto y en seguida me duermo,
    pues tú solo, Yahvé, me haces vivir tranquilo.

    SALMO 5 va al principio

    Oración de la mañana
    1 Del maestro de coro. Para flautas. Salmo. De David.

    2 Escucha mi palabra, Yahvé,
    repara en mi plegaria,
    3 atento a mis gritos de auxilio,
    rey mío y Dios mío.
    ¡A ti te suplico, 4 Yahvé!
    Por la mañana escuchas mi voz,
    por la mañana me preparo para ti
    y quedo a la espera.
    5 No eres un Dios que ame el mal,
    ni es tu huésped el malvado;
    6 no resiste el arrogante tu presencia,
    detestas a todos los malhechores,
    7 acabas con los mentirosos;
    al asesino y al hipócrita
    los aborrece Yahvé.
    8 Pero yo, por lo mucho que nos quieres,
    me atrevo a entrar en tu Casa,
    a postrarme ante tu santo Templo,
    lleno de respeto hacia ti.
    9 Guíame, Yahvé, con tu justicia,
    responde así a mis adversarios,
    allana tu camino a mi paso.
    10 Que no hay firmeza en sus palabras,
    por dentro están llenos de malicia;
    sepulcro abierto es su garganta,
    su lengua habla con halagos.
    11 Trátalos, oh Dios, como culpables,
    haz que fracasen sus planes;
    expúlsalos, que están llenos de crímenes,
    que se han rebelado contra ti.
    12 Se alegrarán los que se acogen a ti,
    gritarán alborozados por siempre;
    tú los protegerás, en ti disfrutarán
    los que aman tu nombre.
    13 Tú bendices al inocente, Yahvé,
    lo rodea como escudo tu favor.

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  43. SALMO 4

    Oración vespertina
    1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. De David.

    2 Respóndeme cuando te llamo,
    Dios testigo de mi inocencia;
    tú, que en el apuro me abres salidas,
    tenme piedad y escucha mi oración.
    3 ¿Hasta dónde, hombres, insultaréis a mi gloria,
    amaréis la vanidad y andaréis tras la mentira? Pausa.
    4 Sabed que Yahvé me distingue con su amor,
    Yahvé me escucha cuando le llamo.
    5 Temblad y no pequéis,
    reflexionad en el lecho y callad. Pausa.
    6 Ofreced sacrificios justos y confiad en Yahvé.
    7 Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?».
    ¡Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro!
    Yahvé, 8 me has dado más alegría interior
    que cuando ellos abundan en trigo y en mosto.
    9 En paz me acuesto y en seguida me duermo,
    pues tú solo, Yahvé, me haces vivir tranquilo.

    SALMO 5 va al principio

    Oración de la mañana
    1 Del maestro de coro. Para flautas. Salmo. De David.

    2 Escucha mi palabra, Yahvé,
    repara en mi plegaria,
    3 atento a mis gritos de auxilio,
    rey mío y Dios mío.
    ¡A ti te suplico, 4 Yahvé!
    Por la mañana escuchas mi voz,
    por la mañana me preparo para ti
    y quedo a la espera.
    5 No eres un Dios que ame el mal,
    ni es tu huésped el malvado;
    6 no resiste el arrogante tu presencia,
    detestas a todos los malhechores,
    7 acabas con los mentirosos;
    al asesino y al hipócrita
    los aborrece Yahvé.
    8 Pero yo, por lo mucho que nos quieres,
    me atrevo a entrar en tu Casa,
    a postrarme ante tu santo Templo,
    lleno de respeto hacia ti.
    9 Guíame, Yahvé, con tu justicia,
    responde así a mis adversarios,
    allana tu camino a mi paso.
    10 Que no hay firmeza en sus palabras,
    por dentro están llenos de malicia;
    sepulcro abierto es su garganta,
    su lengua habla con halagos.
    11 Trátalos, oh Dios, como culpables,
    haz que fracasen sus planes;
    expúlsalos, que están llenos de crímenes,
    que se han rebelado contra ti.
    12 Se alegrarán los que se acogen a ti,
    gritarán alborozados por siempre;
    tú los protegerás, en ti disfrutarán
    los que aman tu nombre.
    13 Tú bendices al inocente, Yahvé,
    lo rodea como escudo tu favor.

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  44. SALMO 4

    Oración vespertina
    1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. De David.

    2 Respóndeme cuando te llamo,
    Dios testigo de mi inocencia;
    tú, que en el apuro me abres salidas,
    tenme piedad y escucha mi oración.
    3 ¿Hasta dónde, hombres, insultaréis a mi gloria,
    amaréis la vanidad y andaréis tras la mentira? Pausa.
    4 Sabed que Yahvé me distingue con su amor,
    Yahvé me escucha cuando le llamo.
    5 Temblad y no pequéis,
    reflexionad en el lecho y callad. Pausa.
    6 Ofreced sacrificios justos y confiad en Yahvé.
    7 Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?».
    ¡Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro!
    Yahvé, 8 me has dado más alegría interior
    que cuando ellos abundan en trigo y en mosto.
    9 En paz me acuesto y en seguida me duermo,
    pues tú solo, Yahvé, me haces vivir tranquilo.

    SALMO 5 va al principio

    Oración de la mañana
    1 Del maestro de coro. Para flautas. Salmo. De David.

    2 Escucha mi palabra, Yahvé,
    repara en mi plegaria,
    3 atento a mis gritos de auxilio,
    rey mío y Dios mío.
    ¡A ti te suplico, 4 Yahvé!
    Por la mañana escuchas mi voz,
    por la mañana me preparo para ti
    y quedo a la espera.
    5 No eres un Dios que ame el mal,
    ni es tu huésped el malvado;
    6 no resiste el arrogante tu presencia,
    detestas a todos los malhechores,
    7 acabas con los mentirosos;
    al asesino y al hipócrita
    los aborrece Yahvé.
    8 Pero yo, por lo mucho que nos quieres,
    me atrevo a entrar en tu Casa,
    a postrarme ante tu santo Templo,
    lleno de respeto hacia ti.
    9 Guíame, Yahvé, con tu justicia,
    responde así a mis adversarios,
    allana tu camino a mi paso.
    10 Que no hay firmeza en sus palabras,
    por dentro están llenos de malicia;
    sepulcro abierto es su garganta,
    su lengua habla con halagos.
    11 Trátalos, oh Dios, como culpables,
    haz que fracasen sus planes;
    expúlsalos, que están llenos de crímenes,
    que se han rebelado contra ti.
    12 Se alegrarán los que se acogen a ti,
    gritarán alborozados por siempre;
    tú los protegerás, en ti disfrutarán
    los que aman tu nombre.
    13 Tú bendices al inocente, Yahvé,
    lo rodea como escudo tu favor.

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  45. SALMO 4

    Oración vespertina
    1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. De David.

    2 Respóndeme cuando te llamo,
    Dios testigo de mi inocencia;
    tú, que en el apuro me abres salidas,
    tenme piedad y escucha mi oración.
    3 ¿Hasta dónde, hombres, insultaréis a mi gloria,
    amaréis la vanidad y andaréis tras la mentira? Pausa.
    4 Sabed que Yahvé me distingue con su amor,
    Yahvé me escucha cuando le llamo.
    5 Temblad y no pequéis,
    reflexionad en el lecho y callad. Pausa.
    6 Ofreced sacrificios justos y confiad en Yahvé.
    7 Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?».
    ¡Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro!
    Yahvé, 8 me has dado más alegría interior
    que cuando ellos abundan en trigo y en mosto.
    9 En paz me acuesto y en seguida me duermo,
    pues tú solo, Yahvé, me haces vivir tranquilo.

    SALMO 5 va al principio

    Oración de la mañana
    1 Del maestro de coro. Para flautas. Salmo. De David.

    2 Escucha mi palabra, Yahvé,
    repara en mi plegaria,
    3 atento a mis gritos de auxilio,
    rey mío y Dios mío.
    ¡A ti te suplico, 4 Yahvé!
    Por la mañana escuchas mi voz,
    por la mañana me preparo para ti
    y quedo a la espera.
    5 No eres un Dios que ame el mal,
    ni es tu huésped el malvado;
    6 no resiste el arrogante tu presencia,
    detestas a todos los malhechores,
    7 acabas con los mentirosos;
    al asesino y al hipócrita
    los aborrece Yahvé.
    8 Pero yo, por lo mucho que nos quieres,
    me atrevo a entrar en tu Casa,
    a postrarme ante tu santo Templo,
    lleno de respeto hacia ti.
    9 Guíame, Yahvé, con tu justicia,
    responde así a mis adversarios,
    allana tu camino a mi paso.
    10 Que no hay firmeza en sus palabras,
    por dentro están llenos de malicia;
    sepulcro abierto es su garganta,
    su lengua habla con halagos.
    11 Trátalos, oh Dios, como culpables,
    haz que fracasen sus planes;
    expúlsalos, que están llenos de crímenes,
    que se han rebelado contra ti.
    12 Se alegrarán los que se acogen a ti,
    gritarán alborozados por siempre;
    tú los protegerás, en ti disfrutarán
    los que aman tu nombre.
    13 Tú bendices al inocente, Yahvé,
    lo rodea como escudo tu favor.

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  46. SALMO 4

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    1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. De David.

    2 Respóndeme cuando te llamo,
    Dios testigo de mi inocencia;
    tú, que en el apuro me abres salidas,
    tenme piedad y escucha mi oración.
    3 ¿Hasta dónde, hombres, insultaréis a mi gloria,
    amaréis la vanidad y andaréis tras la mentira? Pausa.
    4 Sabed que Yahvé me distingue con su amor,
    Yahvé me escucha cuando le llamo.
    5 Temblad y no pequéis,
    reflexionad en el lecho y callad. Pausa.
    6 Ofreced sacrificios justos y confiad en Yahvé.
    7 Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?».
    ¡Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro!
    Yahvé, 8 me has dado más alegría interior
    que cuando ellos abundan en trigo y en mosto.
    9 En paz me acuesto y en seguida me duermo,
    pues tú solo, Yahvé, me haces vivir tranquilo.

    SALMO 5 va al principio

    Oración de la mañana
    1 Del maestro de coro. Para flautas. Salmo. De David.

    2 Escucha mi palabra, Yahvé,
    repara en mi plegaria,
    3 atento a mis gritos de auxilio,
    rey mío y Dios mío.
    ¡A ti te suplico, 4 Yahvé!
    Por la mañana escuchas mi voz,
    por la mañana me preparo para ti
    y quedo a la espera.
    5 No eres un Dios que ame el mal,
    ni es tu huésped el malvado;
    6 no resiste el arrogante tu presencia,
    detestas a todos los malhechores,
    7 acabas con los mentirosos;
    al asesino y al hipócrita
    los aborrece Yahvé.
    8 Pero yo, por lo mucho que nos quieres,
    me atrevo a entrar en tu Casa,
    a postrarme ante tu santo Templo,
    lleno de respeto hacia ti.
    9 Guíame, Yahvé, con tu justicia,
    responde así a mis adversarios,
    allana tu camino a mi paso.
    10 Que no hay firmeza en sus palabras,
    por dentro están llenos de malicia;
    sepulcro abierto es su garganta,
    su lengua habla con halagos.
    11 Trátalos, oh Dios, como culpables,
    haz que fracasen sus planes;
    expúlsalos, que están llenos de crímenes,
    que se han rebelado contra ti.
    12 Se alegrarán los que se acogen a ti,
    gritarán alborozados por siempre;
    tú los protegerás, en ti disfrutarán
    los que aman tu nombre.
    13 Tú bendices al inocente, Yahvé,
    lo rodea como escudo tu favor.

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  47. SALMO 4

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    1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. De David.

    2 Respóndeme cuando te llamo,
    Dios testigo de mi inocencia;
    tú, que en el apuro me abres salidas,
    tenme piedad y escucha mi oración.
    3 ¿Hasta dónde, hombres, insultaréis a mi gloria,
    amaréis la vanidad y andaréis tras la mentira? Pausa.
    4 Sabed que Yahvé me distingue con su amor,
    Yahvé me escucha cuando le llamo.
    5 Temblad y no pequéis,
    reflexionad en el lecho y callad. Pausa.
    6 Ofreced sacrificios justos y confiad en Yahvé.
    7 Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?».
    ¡Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro!
    Yahvé, 8 me has dado más alegría interior
    que cuando ellos abundan en trigo y en mosto.
    9 En paz me acuesto y en seguida me duermo,
    pues tú solo, Yahvé, me haces vivir tranquilo.

    SALMO 5 va al principio

    Oración de la mañana
    1 Del maestro de coro. Para flautas. Salmo. De David.

    2 Escucha mi palabra, Yahvé,
    repara en mi plegaria,
    3 atento a mis gritos de auxilio,
    rey mío y Dios mío.
    ¡A ti te suplico, 4 Yahvé!
    Por la mañana escuchas mi voz,
    por la mañana me preparo para ti
    y quedo a la espera.
    5 No eres un Dios que ame el mal,
    ni es tu huésped el malvado;
    6 no resiste el arrogante tu presencia,
    detestas a todos los malhechores,
    7 acabas con los mentirosos;
    al asesino y al hipócrita
    los aborrece Yahvé.
    8 Pero yo, por lo mucho que nos quieres,
    me atrevo a entrar en tu Casa,
    a postrarme ante tu santo Templo,
    lleno de respeto hacia ti.
    9 Guíame, Yahvé, con tu justicia,
    responde así a mis adversarios,
    allana tu camino a mi paso.
    10 Que no hay firmeza en sus palabras,
    por dentro están llenos de malicia;
    sepulcro abierto es su garganta,
    su lengua habla con halagos.
    11 Trátalos, oh Dios, como culpables,
    haz que fracasen sus planes;
    expúlsalos, que están llenos de crímenes,
    que se han rebelado contra ti.
    12 Se alegrarán los que se acogen a ti,
    gritarán alborozados por siempre;
    tú los protegerás, en ti disfrutarán
    los que aman tu nombre.
    13 Tú bendices al inocente, Yahvé,
    lo rodea como escudo tu favor.

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  48. SALMO 4

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    2 Respóndeme cuando te llamo,
    Dios testigo de mi inocencia;
    tú, que en el apuro me abres salidas,
    tenme piedad y escucha mi oración.
    3 ¿Hasta dónde, hombres, insultaréis a mi gloria,
    amaréis la vanidad y andaréis tras la mentira? Pausa.
    4 Sabed que Yahvé me distingue con su amor,
    Yahvé me escucha cuando le llamo.
    5 Temblad y no pequéis,
    reflexionad en el lecho y callad. Pausa.
    6 Ofreced sacrificios justos y confiad en Yahvé.
    7 Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?».
    ¡Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro!
    Yahvé, 8 me has dado más alegría interior
    que cuando ellos abundan en trigo y en mosto.
    9 En paz me acuesto y en seguida me duermo,
    pues tú solo, Yahvé, me haces vivir tranquilo.

    SALMO 5 va al principio

    Oración de la mañana
    1 Del maestro de coro. Para flautas. Salmo. De David.

    2 Escucha mi palabra, Yahvé,
    repara en mi plegaria,
    3 atento a mis gritos de auxilio,
    rey mío y Dios mío.
    ¡A ti te suplico, 4 Yahvé!
    Por la mañana escuchas mi voz,
    por la mañana me preparo para ti
    y quedo a la espera.
    5 No eres un Dios que ame el mal,
    ni es tu huésped el malvado;
    6 no resiste el arrogante tu presencia,
    detestas a todos los malhechores,
    7 acabas con los mentirosos;
    al asesino y al hipócrita
    los aborrece Yahvé.
    8 Pero yo, por lo mucho que nos quieres,
    me atrevo a entrar en tu Casa,
    a postrarme ante tu santo Templo,
    lleno de respeto hacia ti.
    9 Guíame, Yahvé, con tu justicia,
    responde así a mis adversarios,
    allana tu camino a mi paso.
    10 Que no hay firmeza en sus palabras,
    por dentro están llenos de malicia;
    sepulcro abierto es su garganta,
    su lengua habla con halagos.
    11 Trátalos, oh Dios, como culpables,
    haz que fracasen sus planes;
    expúlsalos, que están llenos de crímenes,
    que se han rebelado contra ti.
    12 Se alegrarán los que se acogen a ti,
    gritarán alborozados por siempre;
    tú los protegerás, en ti disfrutarán
    los que aman tu nombre.
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  49. SALMO 4

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    1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. De David.

    2 Respóndeme cuando te llamo,
    Dios testigo de mi inocencia;
    tú, que en el apuro me abres salidas,
    tenme piedad y escucha mi oración.
    3 ¿Hasta dónde, hombres, insultaréis a mi gloria,
    amaréis la vanidad y andaréis tras la mentira? Pausa.
    4 Sabed que Yahvé me distingue con su amor,
    Yahvé me escucha cuando le llamo.
    5 Temblad y no pequéis,
    reflexionad en el lecho y callad. Pausa.
    6 Ofreced sacrificios justos y confiad en Yahvé.
    7 Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?».
    ¡Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro!
    Yahvé, 8 me has dado más alegría interior
    que cuando ellos abundan en trigo y en mosto.
    9 En paz me acuesto y en seguida me duermo,
    pues tú solo, Yahvé, me haces vivir tranquilo.

    SALMO 5 va al principio

    Oración de la mañana
    1 Del maestro de coro. Para flautas. Salmo. De David.

    2 Escucha mi palabra, Yahvé,
    repara en mi plegaria,
    3 atento a mis gritos de auxilio,
    rey mío y Dios mío.
    ¡A ti te suplico, 4 Yahvé!
    Por la mañana escuchas mi voz,
    por la mañana me preparo para ti
    y quedo a la espera.
    5 No eres un Dios que ame el mal,
    ni es tu huésped el malvado;
    6 no resiste el arrogante tu presencia,
    detestas a todos los malhechores,
    7 acabas con los mentirosos;
    al asesino y al hipócrita
    los aborrece Yahvé.
    8 Pero yo, por lo mucho que nos quieres,
    me atrevo a entrar en tu Casa,
    a postrarme ante tu santo Templo,
    lleno de respeto hacia ti.
    9 Guíame, Yahvé, con tu justicia,
    responde así a mis adversarios,
    allana tu camino a mi paso.
    10 Que no hay firmeza en sus palabras,
    por dentro están llenos de malicia;
    sepulcro abierto es su garganta,
    su lengua habla con halagos.
    11 Trátalos, oh Dios, como culpables,
    haz que fracasen sus planes;
    expúlsalos, que están llenos de crímenes,
    que se han rebelado contra ti.
    12 Se alegrarán los que se acogen a ti,
    gritarán alborozados por siempre;
    tú los protegerás, en ti disfrutarán
    los que aman tu nombre.
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  50. SALMO 4

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    2 Respóndeme cuando te llamo,
    Dios testigo de mi inocencia;
    tú, que en el apuro me abres salidas,
    tenme piedad y escucha mi oración.
    3 ¿Hasta dónde, hombres, insultaréis a mi gloria,
    amaréis la vanidad y andaréis tras la mentira? Pausa.
    4 Sabed que Yahvé me distingue con su amor,
    Yahvé me escucha cuando le llamo.
    5 Temblad y no pequéis,
    reflexionad en el lecho y callad. Pausa.
    6 Ofreced sacrificios justos y confiad en Yahvé.
    7 Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?».
    ¡Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro!
    Yahvé, 8 me has dado más alegría interior
    que cuando ellos abundan en trigo y en mosto.
    9 En paz me acuesto y en seguida me duermo,
    pues tú solo, Yahvé, me haces vivir tranquilo.

    SALMO 5 va al principio

    Oración de la mañana
    1 Del maestro de coro. Para flautas. Salmo. De David.

    2 Escucha mi palabra, Yahvé,
    repara en mi plegaria,
    3 atento a mis gritos de auxilio,
    rey mío y Dios mío.
    ¡A ti te suplico, 4 Yahvé!
    Por la mañana escuchas mi voz,
    por la mañana me preparo para ti
    y quedo a la espera.
    5 No eres un Dios que ame el mal,
    ni es tu huésped el malvado;
    6 no resiste el arrogante tu presencia,
    detestas a todos los malhechores,
    7 acabas con los mentirosos;
    al asesino y al hipócrita
    los aborrece Yahvé.
    8 Pero yo, por lo mucho que nos quieres,
    me atrevo a entrar en tu Casa,
    a postrarme ante tu santo Templo,
    lleno de respeto hacia ti.
    9 Guíame, Yahvé, con tu justicia,
    responde así a mis adversarios,
    allana tu camino a mi paso.
    10 Que no hay firmeza en sus palabras,
    por dentro están llenos de malicia;
    sepulcro abierto es su garganta,
    su lengua habla con halagos.
    11 Trátalos, oh Dios, como culpables,
    haz que fracasen sus planes;
    expúlsalos, que están llenos de crímenes,
    que se han rebelado contra ti.
    12 Se alegrarán los que se acogen a ti,
    gritarán alborozados por siempre;
    tú los protegerás, en ti disfrutarán
    los que aman tu nombre.
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    2 Respóndeme cuando te llamo,
    Dios testigo de mi inocencia;
    tú, que en el apuro me abres salidas,
    tenme piedad y escucha mi oración.
    3 ¿Hasta dónde, hombres, insultaréis a mi gloria,
    amaréis la vanidad y andaréis tras la mentira? Pausa.
    4 Sabed que Yahvé me distingue con su amor,
    Yahvé me escucha cuando le llamo.
    5 Temblad y no pequéis,
    reflexionad en el lecho y callad. Pausa.
    6 Ofreced sacrificios justos y confiad en Yahvé.
    7 Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?».
    ¡Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro!
    Yahvé, 8 me has dado más alegría interior
    que cuando ellos abundan en trigo y en mosto.
    9 En paz me acuesto y en seguida me duermo,
    pues tú solo, Yahvé, me haces vivir tranquilo.

    SALMO 5 va al principio

    Oración de la mañana
    1 Del maestro de coro. Para flautas. Salmo. De David.

    2 Escucha mi palabra, Yahvé,
    repara en mi plegaria,
    3 atento a mis gritos de auxilio,
    rey mío y Dios mío.
    ¡A ti te suplico, 4 Yahvé!
    Por la mañana escuchas mi voz,
    por la mañana me preparo para ti
    y quedo a la espera.
    5 No eres un Dios que ame el mal,
    ni es tu huésped el malvado;
    6 no resiste el arrogante tu presencia,
    detestas a todos los malhechores,
    7 acabas con los mentirosos;
    al asesino y al hipócrita
    los aborrece Yahvé.
    8 Pero yo, por lo mucho que nos quieres,
    me atrevo a entrar en tu Casa,
    a postrarme ante tu santo Templo,
    lleno de respeto hacia ti.
    9 Guíame, Yahvé, con tu justicia,
    responde así a mis adversarios,
    allana tu camino a mi paso.
    10 Que no hay firmeza en sus palabras,
    por dentro están llenos de malicia;
    sepulcro abierto es su garganta,
    su lengua habla con halagos.
    11 Trátalos, oh Dios, como culpables,
    haz que fracasen sus planes;
    expúlsalos, que están llenos de crímenes,
    que se han rebelado contra ti.
    12 Se alegrarán los que se acogen a ti,
    gritarán alborozados por siempre;
    tú los protegerás, en ti disfrutarán
    los que aman tu nombre.
    13 Tú bendices al inocente, Yahvé,
    lo rodea como escudo tu favor.

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  52. SALMO 4

    Oración vespertina
    1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. De David.

    2 Respóndeme cuando te llamo,
    Dios testigo de mi inocencia;
    tú, que en el apuro me abres salidas,
    tenme piedad y escucha mi oración.
    3 ¿Hasta dónde, hombres, insultaréis a mi gloria,
    amaréis la vanidad y andaréis tras la mentira? Pausa.
    4 Sabed que Yahvé me distingue con su amor,
    Yahvé me escucha cuando le llamo.
    5 Temblad y no pequéis,
    reflexionad en el lecho y callad. Pausa.
    6 Ofreced sacrificios justos y confiad en Yahvé.
    7 Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?».
    ¡Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro!
    Yahvé, 8 me has dado más alegría interior
    que cuando ellos abundan en trigo y en mosto.
    9 En paz me acuesto y en seguida me duermo,
    pues tú solo, Yahvé, me haces vivir tranquilo.

    SALMO 5 va al principio

    Oración de la mañana
    1 Del maestro de coro. Para flautas. Salmo. De David.

    2 Escucha mi palabra, Yahvé,
    repara en mi plegaria,
    3 atento a mis gritos de auxilio,
    rey mío y Dios mío.
    ¡A ti te suplico, 4 Yahvé!
    Por la mañana escuchas mi voz,
    por la mañana me preparo para ti
    y quedo a la espera.
    5 No eres un Dios que ame el mal,
    ni es tu huésped el malvado;
    6 no resiste el arrogante tu presencia,
    detestas a todos los malhechores,
    7 acabas con los mentirosos;
    al asesino y al hipócrita
    los aborrece Yahvé.
    8 Pero yo, por lo mucho que nos quieres,
    me atrevo a entrar en tu Casa,
    a postrarme ante tu santo Templo,
    lleno de respeto hacia ti.
    9 Guíame, Yahvé, con tu justicia,
    responde así a mis adversarios,
    allana tu camino a mi paso.
    10 Que no hay firmeza en sus palabras,
    por dentro están llenos de malicia;
    sepulcro abierto es su garganta,
    su lengua habla con halagos.
    11 Trátalos, oh Dios, como culpables,
    haz que fracasen sus planes;
    expúlsalos, que están llenos de crímenes,
    que se han rebelado contra ti.
    12 Se alegrarán los que se acogen a ti,
    gritarán alborozados por siempre;
    tú los protegerás, en ti disfrutarán
    los que aman tu nombre.
    13 Tú bendices al inocente, Yahvé,
    lo rodea como escudo tu favor.

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  53. SALMO 4

    Oración vespertina
    1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. De David.

    2 Respóndeme cuando te llamo,
    Dios testigo de mi inocencia;
    tú, que en el apuro me abres salidas,
    tenme piedad y escucha mi oración.
    3 ¿Hasta dónde, hombres, insultaréis a mi gloria,
    amaréis la vanidad y andaréis tras la mentira? Pausa.
    4 Sabed que Yahvé me distingue con su amor,
    Yahvé me escucha cuando le llamo.
    5 Temblad y no pequéis,
    reflexionad en el lecho y callad. Pausa.
    6 Ofreced sacrificios justos y confiad en Yahvé.
    7 Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?».
    ¡Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro!
    Yahvé, 8 me has dado más alegría interior
    que cuando ellos abundan en trigo y en mosto.
    9 En paz me acuesto y en seguida me duermo,
    pues tú solo, Yahvé, me haces vivir tranquilo.

    SALMO 5 va al principio

    Oración de la mañana
    1 Del maestro de coro. Para flautas. Salmo. De David.

    2 Escucha mi palabra, Yahvé,
    repara en mi plegaria,
    3 atento a mis gritos de auxilio,
    rey mío y Dios mío.
    ¡A ti te suplico, 4 Yahvé!
    Por la mañana escuchas mi voz,
    por la mañana me preparo para ti
    y quedo a la espera.
    5 No eres un Dios que ame el mal,
    ni es tu huésped el malvado;
    6 no resiste el arrogante tu presencia,
    detestas a todos los malhechores,
    7 acabas con los mentirosos;
    al asesino y al hipócrita
    los aborrece Yahvé.
    8 Pero yo, por lo mucho que nos quieres,
    me atrevo a entrar en tu Casa,
    a postrarme ante tu santo Templo,
    lleno de respeto hacia ti.
    9 Guíame, Yahvé, con tu justicia,
    responde así a mis adversarios,
    allana tu camino a mi paso.
    10 Que no hay firmeza en sus palabras,
    por dentro están llenos de malicia;
    sepulcro abierto es su garganta,
    su lengua habla con halagos.
    11 Trátalos, oh Dios, como culpables,
    haz que fracasen sus planes;
    expúlsalos, que están llenos de crímenes,
    que se han rebelado contra ti.
    12 Se alegrarán los que se acogen a ti,
    gritarán alborozados por siempre;
    tú los protegerás, en ti disfrutarán
    los que aman tu nombre.
    13 Tú bendices al inocente, Yahvé,
    lo rodea como escudo tu favor.

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  54. SALMO 4

    Oración vespertina
    1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. De David.

    2 Respóndeme cuando te llamo,
    Dios testigo de mi inocencia;
    tú, que en el apuro me abres salidas,
    tenme piedad y escucha mi oración.
    3 ¿Hasta dónde, hombres, insultaréis a mi gloria,
    amaréis la vanidad y andaréis tras la mentira? Pausa.
    4 Sabed que Yahvé me distingue con su amor,
    Yahvé me escucha cuando le llamo.
    5 Temblad y no pequéis,
    reflexionad en el lecho y callad. Pausa.
    6 Ofreced sacrificios justos y confiad en Yahvé.
    7 Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?».
    ¡Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro!
    Yahvé, 8 me has dado más alegría interior
    que cuando ellos abundan en trigo y en mosto.
    9 En paz me acuesto y en seguida me duermo,
    pues tú solo, Yahvé, me haces vivir tranquilo.

    SALMO 5 va al principio

    Oración de la mañana
    1 Del maestro de coro. Para flautas. Salmo. De David.

    2 Escucha mi palabra, Yahvé,
    repara en mi plegaria,
    3 atento a mis gritos de auxilio,
    rey mío y Dios mío.
    ¡A ti te suplico, 4 Yahvé!
    Por la mañana escuchas mi voz,
    por la mañana me preparo para ti
    y quedo a la espera.
    5 No eres un Dios que ame el mal,
    ni es tu huésped el malvado;
    6 no resiste el arrogante tu presencia,
    detestas a todos los malhechores,
    7 acabas con los mentirosos;
    al asesino y al hipócrita
    los aborrece Yahvé.
    8 Pero yo, por lo mucho que nos quieres,
    me atrevo a entrar en tu Casa,
    a postrarme ante tu santo Templo,
    lleno de respeto hacia ti.
    9 Guíame, Yahvé, con tu justicia,
    responde así a mis adversarios,
    allana tu camino a mi paso.
    10 Que no hay firmeza en sus palabras,
    por dentro están llenos de malicia;
    sepulcro abierto es su garganta,
    su lengua habla con halagos.
    11 Trátalos, oh Dios, como culpables,
    haz que fracasen sus planes;
    expúlsalos, que están llenos de crímenes,
    que se han rebelado contra ti.
    12 Se alegrarán los que se acogen a ti,
    gritarán alborozados por siempre;
    tú los protegerás, en ti disfrutarán
    los que aman tu nombre.
    13 Tú bendices al inocente, Yahvé,
    lo rodea como escudo tu favor.

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  55. SALMO 4

    Oración vespertina
    1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. De David.

    2 Respóndeme cuando te llamo,
    Dios testigo de mi inocencia;
    tú, que en el apuro me abres salidas,
    tenme piedad y escucha mi oración.
    3 ¿Hasta dónde, hombres, insultaréis a mi gloria,
    amaréis la vanidad y andaréis tras la mentira? Pausa.
    4 Sabed que Yahvé me distingue con su amor,
    Yahvé me escucha cuando le llamo.
    5 Temblad y no pequéis,
    reflexionad en el lecho y callad. Pausa.
    6 Ofreced sacrificios justos y confiad en Yahvé.
    7 Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?».
    ¡Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro!
    Yahvé, 8 me has dado más alegría interior
    que cuando ellos abundan en trigo y en mosto.
    9 En paz me acuesto y en seguida me duermo,
    pues tú solo, Yahvé, me haces vivir tranquilo.

    SALMO 5 va al principio

    Oración de la mañana
    1 Del maestro de coro. Para flautas. Salmo. De David.

    2 Escucha mi palabra, Yahvé,
    repara en mi plegaria,
    3 atento a mis gritos de auxilio,
    rey mío y Dios mío.
    ¡A ti te suplico, 4 Yahvé!
    Por la mañana escuchas mi voz,
    por la mañana me preparo para ti
    y quedo a la espera.
    5 No eres un Dios que ame el mal,
    ni es tu huésped el malvado;
    6 no resiste el arrogante tu presencia,
    detestas a todos los malhechores,
    7 acabas con los mentirosos;
    al asesino y al hipócrita
    los aborrece Yahvé.
    8 Pero yo, por lo mucho que nos quieres,
    me atrevo a entrar en tu Casa,
    a postrarme ante tu santo Templo,
    lleno de respeto hacia ti.
    9 Guíame, Yahvé, con tu justicia,
    responde así a mis adversarios,
    allana tu camino a mi paso.
    10 Que no hay firmeza en sus palabras,
    por dentro están llenos de malicia;
    sepulcro abierto es su garganta,
    su lengua habla con halagos.
    11 Trátalos, oh Dios, como culpables,
    haz que fracasen sus planes;
    expúlsalos, que están llenos de crímenes,
    que se han rebelado contra ti.
    12 Se alegrarán los que se acogen a ti,
    gritarán alborozados por siempre;
    tú los protegerás, en ti disfrutarán
    los que aman tu nombre.
    13 Tú bendices al inocente, Yahvé,
    lo rodea como escudo tu favor.

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  56. SALMO 11
    (10)
    Confianza del justo
    1 Del maestro de coro. De David.

    En Yahvé me cobijo; ¿cómo, pues, me decís:
    «Huye, pájaro, a tu monte,
    2 que los malvados tensan su arco,
    ajustan a la cuerda su saeta,
    para disparar en la sombra contra los honrados?
    3 Si están en ruinas los cimientos,
    ¿qué puede hacer el justo?».
    4 Yahvé en su santo Templo,
    Yahvé en su trono celeste;
    sus ojos ven el mundo,
    sus pupilas examinan a los hombres.
    5 Yahvé examina al justo y al malvado,
    odia al que ama la violencia.
    6 ¡Lluevan sobre el malvado brasas y azufre,
    y un viento abrasador como porción de su copa!
    7 Pues Yahvé es justo y ama la justicia,
    los rectos contemplarán su rostro.

    SALMO 12
    (11)
    Contra el mundo mentiroso
    1 Del maestro de coro. En octava. Salmo. De David.

    2 ¡Sálvanos, Yahvé, que escasean los fieles,
    que desaparece la lealtad entre los hombres!
    3 Falsedades se dicen entre sí,
    con labios melosos y doblez de corazón.
    4 Acabe Yahvé con los labios melosos,
    con la lengua que profiere bravatas,
    5 los que dicen: «La lengua es nuestra fuerza,
    nuestros labios nos defienden, ¿quién será nuestro amo?».
    6 Por la opresión del humilde, por el gemido del pobre,
    me voy a levantar, dice Yahvé,
    a poner a salvo a quien lo ansía.
    7 Las palabras de Yahvé son palabras limpias,
    plata pura a ras de tierra, siete veces purgada.
    8 Tú, Yahvé, nos guardarás,
    nos librarás de esa gente para siempre;
    9 los malvados que nos rodean se irán,
    colmo de vileza entre los hombres.

    SALMO 13
    (12)
    Clamor confiado
    1 Del maestro de coro. Salmo. De David.

    2 ¿Hasta cuándo, Yahvé? ¿Me olvidarás para siempre?
    ¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro?
    3 ¿Hasta cuándo andaré angustiado,
    con el corazón en un puño día y noche?
    ¿Hasta cuándo me someterá el enemigo?
    4 ¡Mira, respóndeme, Yahvé Dios mío!
    Da luz a mis ojos, no me duerma en la muerte,
    5 no diga mi enemigo: «¡Le he podido!»,
    no se alegre mi adversario al verme vacilar.
    6 Pues yo confío en tu amor,
    en tu salvación goza mi corazón.
    ¡A Yahvé cantaré por el bien que me ha hecho,
    tañeré en honor de Yahvé, el Altísimo!

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  57. SALMO 11
    (10)
    Confianza del justo
    1 Del maestro de coro. De David.

    En Yahvé me cobijo; ¿cómo, pues, me decís:
    «Huye, pájaro, a tu monte,
    2 que los malvados tensan su arco,
    ajustan a la cuerda su saeta,
    para disparar en la sombra contra los honrados?
    3 Si están en ruinas los cimientos,
    ¿qué puede hacer el justo?».
    4 Yahvé en su santo Templo,
    Yahvé en su trono celeste;
    sus ojos ven el mundo,
    sus pupilas examinan a los hombres.
    5 Yahvé examina al justo y al malvado,
    odia al que ama la violencia.
    6 ¡Lluevan sobre el malvado brasas y azufre,
    y un viento abrasador como porción de su copa!
    7 Pues Yahvé es justo y ama la justicia,
    los rectos contemplarán su rostro.

    SALMO 12
    (11)
    Contra el mundo mentiroso
    1 Del maestro de coro. En octava. Salmo. De David.

    2 ¡Sálvanos, Yahvé, que escasean los fieles,
    que desaparece la lealtad entre los hombres!
    3 Falsedades se dicen entre sí,
    con labios melosos y doblez de corazón.
    4 Acabe Yahvé con los labios melosos,
    con la lengua que profiere bravatas,
    5 los que dicen: «La lengua es nuestra fuerza,
    nuestros labios nos defienden, ¿quién será nuestro amo?».
    6 Por la opresión del humilde, por el gemido del pobre,
    me voy a levantar, dice Yahvé,
    a poner a salvo a quien lo ansía.
    7 Las palabras de Yahvé son palabras limpias,
    plata pura a ras de tierra, siete veces purgada.
    8 Tú, Yahvé, nos guardarás,
    nos librarás de esa gente para siempre;
    9 los malvados que nos rodean se irán,
    colmo de vileza entre los hombres.

    SALMO 13
    (12)
    Clamor confiado
    1 Del maestro de coro. Salmo. De David.

    2 ¿Hasta cuándo, Yahvé? ¿Me olvidarás para siempre?
    ¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro?
    3 ¿Hasta cuándo andaré angustiado,
    con el corazón en un puño día y noche?
    ¿Hasta cuándo me someterá el enemigo?
    4 ¡Mira, respóndeme, Yahvé Dios mío!
    Da luz a mis ojos, no me duerma en la muerte,
    5 no diga mi enemigo: «¡Le he podido!»,
    no se alegre mi adversario al verme vacilar.
    6 Pues yo confío en tu amor,
    en tu salvación goza mi corazón.
    ¡A Yahvé cantaré por el bien que me ha hecho,
    tañeré en honor de Yahvé, el Altísimo!

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  58. SALMO 11
    (10)
    Confianza del justo
    1 Del maestro de coro. De David.

    En Yahvé me cobijo; ¿cómo, pues, me decís:
    «Huye, pájaro, a tu monte,
    2 que los malvados tensan su arco,
    ajustan a la cuerda su saeta,
    para disparar en la sombra contra los honrados?
    3 Si están en ruinas los cimientos,
    ¿qué puede hacer el justo?».
    4 Yahvé en su santo Templo,
    Yahvé en su trono celeste;
    sus ojos ven el mundo,
    sus pupilas examinan a los hombres.
    5 Yahvé examina al justo y al malvado,
    odia al que ama la violencia.
    6 ¡Lluevan sobre el malvado brasas y azufre,
    y un viento abrasador como porción de su copa!
    7 Pues Yahvé es justo y ama la justicia,
    los rectos contemplarán su rostro.

    SALMO 12
    (11)
    Contra el mundo mentiroso
    1 Del maestro de coro. En octava. Salmo. De David.

    2 ¡Sálvanos, Yahvé, que escasean los fieles,
    que desaparece la lealtad entre los hombres!
    3 Falsedades se dicen entre sí,
    con labios melosos y doblez de corazón.
    4 Acabe Yahvé con los labios melosos,
    con la lengua que profiere bravatas,
    5 los que dicen: «La lengua es nuestra fuerza,
    nuestros labios nos defienden, ¿quién será nuestro amo?».
    6 Por la opresión del humilde, por el gemido del pobre,
    me voy a levantar, dice Yahvé,
    a poner a salvo a quien lo ansía.
    7 Las palabras de Yahvé son palabras limpias,
    plata pura a ras de tierra, siete veces purgada.
    8 Tú, Yahvé, nos guardarás,
    nos librarás de esa gente para siempre;
    9 los malvados que nos rodean se irán,
    colmo de vileza entre los hombres.

    SALMO 13
    (12)
    Clamor confiado
    1 Del maestro de coro. Salmo. De David.

    2 ¿Hasta cuándo, Yahvé? ¿Me olvidarás para siempre?
    ¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro?
    3 ¿Hasta cuándo andaré angustiado,
    con el corazón en un puño día y noche?
    ¿Hasta cuándo me someterá el enemigo?
    4 ¡Mira, respóndeme, Yahvé Dios mío!
    Da luz a mis ojos, no me duerma en la muerte,
    5 no diga mi enemigo: «¡Le he podido!»,
    no se alegre mi adversario al verme vacilar.
    6 Pues yo confío en tu amor,
    en tu salvación goza mi corazón.
    ¡A Yahvé cantaré por el bien que me ha hecho,
    tañeré en honor de Yahvé, el Altísimo!

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  59. SALMO 11
    (10)
    Confianza del justo
    1 Del maestro de coro. De David.

    En Yahvé me cobijo; ¿cómo, pues, me decís:
    «Huye, pájaro, a tu monte,
    2 que los malvados tensan su arco,
    ajustan a la cuerda su saeta,
    para disparar en la sombra contra los honrados?
    3 Si están en ruinas los cimientos,
    ¿qué puede hacer el justo?».
    4 Yahvé en su santo Templo,
    Yahvé en su trono celeste;
    sus ojos ven el mundo,
    sus pupilas examinan a los hombres.
    5 Yahvé examina al justo y al malvado,
    odia al que ama la violencia.
    6 ¡Lluevan sobre el malvado brasas y azufre,
    y un viento abrasador como porción de su copa!
    7 Pues Yahvé es justo y ama la justicia,
    los rectos contemplarán su rostro.

    SALMO 12
    (11)
    Contra el mundo mentiroso
    1 Del maestro de coro. En octava. Salmo. De David.

    2 ¡Sálvanos, Yahvé, que escasean los fieles,
    que desaparece la lealtad entre los hombres!
    3 Falsedades se dicen entre sí,
    con labios melosos y doblez de corazón.
    4 Acabe Yahvé con los labios melosos,
    con la lengua que profiere bravatas,
    5 los que dicen: «La lengua es nuestra fuerza,
    nuestros labios nos defienden, ¿quién será nuestro amo?».
    6 Por la opresión del humilde, por el gemido del pobre,
    me voy a levantar, dice Yahvé,
    a poner a salvo a quien lo ansía.
    7 Las palabras de Yahvé son palabras limpias,
    plata pura a ras de tierra, siete veces purgada.
    8 Tú, Yahvé, nos guardarás,
    nos librarás de esa gente para siempre;
    9 los malvados que nos rodean se irán,
    colmo de vileza entre los hombres.

    SALMO 13
    (12)
    Clamor confiado
    1 Del maestro de coro. Salmo. De David.

    2 ¿Hasta cuándo, Yahvé? ¿Me olvidarás para siempre?
    ¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro?
    3 ¿Hasta cuándo andaré angustiado,
    con el corazón en un puño día y noche?
    ¿Hasta cuándo me someterá el enemigo?
    4 ¡Mira, respóndeme, Yahvé Dios mío!
    Da luz a mis ojos, no me duerma en la muerte,
    5 no diga mi enemigo: «¡Le he podido!»,
    no se alegre mi adversario al verme vacilar.
    6 Pues yo confío en tu amor,
    en tu salvación goza mi corazón.
    ¡A Yahvé cantaré por el bien que me ha hecho,
    tañeré en honor de Yahvé, el Altísimo!

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que opinas de estos salvajes...?